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Cuándo el toreo asoma, se acaban las discusiones Dicen que tras la tempestad viene la calma o quizá, refiriéndonos a la última novillada de la feria, se podría decir que tras la trampa y el artificio vano de los maestros ha llegado el toreo grande, sencillo, volcado en el toro, sin otra pretensión que torear, llevar la lidia y ofrecerle al aficionado el espectáculo de un tercio de varas en el que se ha puesto el toro en suerte, en su sitio. Ahora de lejos, no va, más cerca, mejor cambiamos los terrenos, un capotazo y basta, se acula en tablas, dos capotazos largos, con el novillo metido en el engaño, tres capotazos más en todo un segundo tercio, porque Así se lo ha propuesto un torero: Iván García. Ya no contaba ni la descastada y mala novillada de Flor de Jara, ni esa frustración que suponen los nuevos novilleros. Iván García hizo el toreo y puso sobre el ruedo de Madrid, afortunadamente, la sencillez del buen toreo.
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