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Llaman nobleza en el toro bravo, lo que en cualquier otro animal se entendería como docilidad. Acude donde y cuando le llaman, atiende y sigue siempre al engaño que se mueve, no aprende, no se desengaña y quizá sólo se harta. A estos toros nobles o dóciles les hacen unas faenas entonadas, como Perera a su segundo, o faltas de ideas como las de López Simón a su lote. La docilidad de los toros no se compensa con la asunción de riesgo de los toreros. Faenas mecánicas, periféricas, con las cuales se aburren los toros, como en el caso del segundo de López Simón, el público como en el caso de Perera, o los dos como en el primer toro del torero de Barajas. Faenas sin ambición, basadas en la capacidad del toro de embestir sin problemas, porque cuando hay problemas se acabaron las faenas, como en el caso de Roca Rey. Su primero huidizo hizo correr a su matador desde los terrenos del 6 hasta la puerta de chiqueros, donde ya no le quedaba sitio para huir. Allí el torero sacó dos series entonadas, pero el toro se le seguía escapando en los muletazos hacia fuera de la querencia. Roca Rey, valiente, acabó con el toro de una estocada recibiendo y en contra de la querencia, lo que habla bien de su valor y no tanto de su capacidad. El público que aplaudió cortésmente la sosa faena de Perera, la valiente de Roca y, hasta donde pudo las de López Simón, se unió a la afición en la ovación a las dos varas de Tito Sandoval que picó a toro corrido, pero sin tomarse ventajas las entradas de Cojito-68. Lástima que la poca claridad de ideas de López Simón, no le diera para poner correctamente en suerte al toro y que entrara una tercera vez aunque fuera al regatón. Pero quedó demostrado que la suerte de varas interesa, cuando está bien hecha, sin tomarse ventajas, picando arriba, sin recargar ni rectificar, aunque ni siquiera el toro esté puesto en suerte.  A esto lo aplaudieron todos Aquí o la emoción la pone el toro, que pocas veces es el caso en las ganaderías “de garantía”, o la pone el torero asumiendo riesgos, si no es así la fiesta se desliza por un suave aburrimiento, que no alivia ni la cortesía amable del público ocasional dispuesto a premiar interminables faenas sin interés ni emoción.
Foto: Muriel Feiner
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