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 La hondura del pase de pecho de Talavanre Si alguien hubiera pensado en la forma de echar abajo una tarde de toros, igual no habría pensado en la del Puerto de San Lorenzo, pero está claro que así, el fracaso estaba garantizado. Castella le endilgó su repertorio habitual, sin cambiar una coma; Javier Jiménez se llevó lo peor en el reparto, con una cogida en el último, que le llevó a la enfermería. Y Alejandro Talavante encontró en uno del Conde de Mayalde el animal con el que hacer el toreo. Fueron apenas un derechazo y un par de naturales, más los tres de pecho, que pusieron el olé en los vientos de la Madrid. No será la faena de su vida, ni la soñada por nadie, pero sí en la que muchos, quizá el mismo Talavante también, se encontraron con el toreo. Dos gotas y punto, así de fácil.
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