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Una señora corrida de La Quinta, seria y pareja de hechuras sin ser grande, agresiva que llenaba la plaza sin asustar, descarada de pitones, cinqueña, honda y con los problemas y la emoción de la casta.
 Uno de los guapos mozos de La Quinta, el que cogió a Galván Una interesante corrida de la que los amantes de los lugares comunes, reseñaran que no se necesitan los kilos para tener trapío y que lo que se pide en Madrid es trapío, que tuvo la imprevisibilidad suficiente para mantener la emoción, llegando incluso a enganchar a David Galván, que había lidiado muy bien de salida al toro manso huidizo y complicado, en una cogida de toro listo, que sabe lo que significa el engaño y en un momento decide no pasar y se encuentra los muslos del torero.
La corrida tuvo los alicientes de la casta, excepto la embestida franca. Javier Jiménez que no le encontró el sitio al tercero de la tarde que parecía el más bravo aunque fue a menos durante la lidia y acabó francamente soso, encontró un buen pitón izquierdo en el quinto toro. El toro de comportamiento desigual, fue el único de la corrida que no persiguió a los peones hasta la barrera, pero no tenía un pase por el pitón derecho y se había quedado con El Algabeño al que desarmó en repetidas ocasiones. El torero le encontró un buen pitón izquierdo por el que montó una estimable faena de valor y quietud con los que suplió la calidad de sus muletazos. La concurrencia, fría como el tiempo, agradeció con unas leves palmas una faena que tuvo el valor de entender el toro y aguantar sus embestidas que en más de un par de ocasiones rozaron la taleguilla del matador.
Alberto Aguilar estuvo con suficiencia de torero veterano, aunque pasó fatiguitas como el mismo Javier Jiménez, a la hora de matar, suerte que ambos ejecutaron fatal, con desprecio de las reglas del arte y excesivas precauciones, a las que añadieron la persistencia en tirar la muleta al suelo, lo que se está convirtiendo en una despreciable costumbre de muchos matadores.
Como no comentar en día de inauguración, lo que afean a la plaza los trapos que con los colores de la bandera nacional, en distintos grados de decoloración y mugre, cubren las bonitas barandillas de gradas y andanadas, dando una imagen antiestética y sucia. Una más de las muchas faltas de gusto, cuidado, limpieza y armonía de las que sufre el bonito edificio neomudéjar, templo mayor de la tauromaquia.
Foto: Muriel Feiner
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