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Tercera
corrida de la Feria de la Cuaresma de
la Monumental Plaza de toros México.
En tarde lluviosa y con viento durante el primer toro, pero que mejoró el resto
del festejo, se apersonaron unas mil quinientas personas en los tendidos del
embudo para ver la lidia de seis toros potosinos de Marco Garfias. La corrida fue muy bonita de hechuras, con edad a
todas luces, pero dispareja de trapío. En cuanto al juego, la corrida tuvo sus
matices: el primero fue exigente y desclasado, el segundo de mejor estilo, el
tercero reservón pero toreable, el cuarto no se dejó meter mano, y el sexto fue
un toro de mucha calidad. Los últimos dos fueron lididados por Fabián Barba y José Murillo según determinó el jurado de las porras. Actuaron los
siguientes matadores de toros: Christian Aparicio: palmas, y pitos en el que
mató por Adame. Fabián Barba: oreja, y pitos tras dos avisos. José Murillo: al tercio con protestas, y silencio tras dos
avisos. Gerardo Adame: herido. El matador
aguascalentense Gerardo Adame sufrió
dos cornadas, una en cada muslo, ambas en la cara posterior. La de la pierna izquierda,
segunda que recibió, fue visiblemente más grande que la del otro lado. En breve
el parte médico completo. Gustavo Campos fue llamado al tercio e invitó a saludar Gilberto Aragón por la actuación de
ambos con banderillas en el sexto toro. Campos también bregó sobresalientemente al tercero. De entre los piqueros destacaron Omar Morales y Guillermo Cobos haciendo sangrar a tercero y cuarto respectivamente.  Barba sumó una oreja más Fabián Barba tocó pelo y Gerardo Adame resultó herido en el deslucido tercer festejo de Cuaresma en la Plaza México
Gran escándalo y encarnizado
debate levantó a lo largo de la semana el juego de la corrida de Piedras
Negras. Una posición un tanto extraña, defendida entre otros por varios
profesionales taurinos, defendía que aquella corrida fue todo genio y malicia,
incompatible con un espectáculo que no sea una carnicería. Algún colega de los
medios taurinos señaló la saña con la que los malévolos ganaderos tlaxcaltecas
seleccionan a su ganado para no poner las cosas fáciles para los toreros (y
quizás le faltó agregar que, además, con esta maquiavélica jugada les roban el
show). Una corrida que no se
comió absolutamente a nadie despertó toda esta serie de comentarios de
difíciles de digerir, pues hirió a un matador simplemente porque así son los
toros. Algunos comentarios tuvieron toda la legitimidad del mundo, aunque
recrudezcan el divorcio y el antagonismo entre aficionado y profesional, y
algunos otros surgieron desde un cierto hedonismo taurino. Uno que no tiene cabida considerando
la trascendencia y la gran responsabilidad que implica el sacrificio decoroso
de un animal muy especial. Este domingo, pues,
los herederos de Marco Garfias enviaron
otra corrida al embudo capitalino que no fue ningún paseo por la pradera para
los toreros. Los toros que hicieron por herir lo hicieron con vehemencia, sin
mentir en sus intenciones, y ofreciendo bastantes problemas. Por su parte, los
toros que permitieron el lucimiento invariablemente lo hicieron con menos
acometividad, con menos transmisión, y dependían ampliamente del desempeño de
toreros muy parados. En consecuencia tuvimos una tarde de sobresaltos, sustos,
y hasta frustración con breves lapsos de buen toreo, pero no de protagonismo
del toro. No obstante que
considero que encierros como el de este festejo tienen todo el derecho de venir
a México con toda legitimidad, el desconcierto vendrá cuando echemos de menos
las publicaciones resaltando todo lo terribles que son estos toros. Este hierro,
como aquel, exigió, hirió, tuvo toros mejores, peores, y regulares, a algunos
les permitió lucir y a otros no. ¿Qué tuvo esta que no tuviera aquella? No
podría decirlo, ambas fueron corridas de toros con todo lo que ello implica.
¿Por qué no se quejarán esta semana como lo hicieron la anterior? Vaya
misterio... José Murillo tuvo oportunidad de mostrar sus
cualidades con el capote con los dos toros de su lote. Al primero, Nazareno –n. 9, 488 kg.-, le instrumentó
un bello quite por gaoneras, que remató con lucida revolera y sabroso adorno
por abajo a una mano. Con la muleta optó por el toque violento con muleta
retrasada para meter a la muleta, sin mucho éxito, a un cárdeno probón y con
tendencia a revolverse. Los mejores momentos llegaron a echarle los vuelos de
la muleta a los belfos al de Marco Garfias, algunos buenos naturales sueltos.
Mató de un bajonazo y retiró entre palmas.  Murillo, buen capotero. Con la muleta hizo poco Tras de esta actuación
se hizo acreedor a lidiar al cierra plaza, el colorado Cófrade –n.
5, 512 kg.-, un toro con mucha calidad y repetición, fijeza y humillado. El
toro, muy en tipo del toro de Garfias, permitió el lucimiento de Gustavo Campos que se gustó en dos
pares de banderillas sensacionales. En lo que respecta al matador, éste calentó
el cotarro en un magnífico recibo por lances, de brazos desmayados y temple
superior, aunque ensuciado en el remate. El quite, por tafalleras, no se quedó
atrás, ni su remate por revolera cambiada que levantó al público de sus
asientos. En el último terció quedó la impresión de que Murillo perdió la
distancia y tuvo dificultad para templar, mandar, y ligar, por lo que el
trasteo quedó en detalles sueltos ante un toro que parecía de lío gordo. Mató
de buena estocada y el puntillero levantó a la res un par de veces para que el
matador se retirara en silencio.
Reapareció en la
capital Christian Aparicio, quien se
las vio con Capirote –n. 4, 559 kg.-,
un toro claro y suave, aunque un tanto soso y acabando con la cara arriba. El
capitalino pudo recrearse por el pitón izquierdo, disfrutando de torear y
transmitiendo esa sensación al tendido, inteligente y extrayendo pases de a un
toro que se apagó poco a poco. Menos pudo hacer por el derecho, aunque el
climax de su labor llegó precisamente por ese lado, ligando un derechazo con el
forzado de pecho. Sufrió también un tropiezo en el que quedó de manifiesto la
mala situación de una de sus piernas. Se tiró a matar con muchas precauciones,
dejando dos estocadas terribles antes de dos descabellos, mejor ejecutados que
los volapiés.  Aparicio, gustándose como pocas veces en esta plaza Fabián Barba le cortó la oreja a Costalero
–n. 11, 539 kg.-, tercero de la tarde, al que lidió con calma y cabeza,
disponiendo con tranquilidad del tiempo, y buscando los mejores terrenos y
distancias, sobando hasta lograr las embestidas de un toro que tardaba en
decidirlas. Así, después de muchos detalles sueltos, el hidrocálido pudo,
finalmente, ligar pases templados y muy toreros, que enardecieron a un público
que le respeta y le espera desde hace muchos años. Lo logrado en el último
tercio halló sustento en la gran brega de Gustavo
Campos en el segundo tercio, en el que puso orden a una lidia que el
matador Barba había llevado sin mucha fortuna. Mató muy entregado de estocada
caída y cobró el único trofeo de la función.
 Barba con el primero de su lote Con justicia calificó
el ojiverde para lidiar a uno de los toros-premio en el toril. Clarinero –n. 8, 484 kg.- fue un cárdeno
que apunto cosas interesantes de salida, pero que se vino abajo tras la
desastrosa pica que padeció, con un puyazo en una nalga y doscientos refilonazos
por aquí y por allá. En el segundo tercio puso a las cuadrillas peor que de cabeza,
y peor que cualquiera de los seis toros que se lidiaron ocho días antes y que
tanto molestaron a varios de ellos. Total, que para cuando el toro llegó a las
manos de Barba, entre sus defectos y los de la lidia, ya era muy distinto al
que salió por toriles, y le permitió torear brevemente a la verónica. Su labor
fue totalmente cuesta arriba, con apenas algún buen momento suelto, y un mitin
con los aceros para escuchar dos avisos.
Gerardo Adame pasó las de Caín con el cuarto de la
tarde, Cófrade –n. 5, 512 kg.-, un
toro terciándose y buscando al torero que le significó un acertijo que no pudo
resolver. En más de un momento quedó a merced del toro, y, tras un aviso en el
terreno de los medios, finalmente vino la certera voltereta un poco más hacia
la querencia. Adame citó para rematar con el forzado una tanda por el lado
derecho, el toro se desentendió absolutamente del engaño y buscó el bulto con
todo descaro, asestando la primera cornada en la parte trasera del muslo
derecho. Cófrade proyectó a su
pretendido matador por los aires y lo recibió con el otro pitón con una
precisión escalofriante. Ahí vino el cate más
grande. Eternos segundos con casi todo el pitón dentro de las carnes, macabra
remembranza de Pozoblanco que le puso los pelos de punta a más de uno. Sabor a
tragedia, sabor a sangre, sabor a episodios oscuros, consecuencia del
irremediable miedo que provocan las escenas de cultura taurina tatuadas a
hierro en las mentes de muchos. Muchos, incluyendo a los que, por aquellos
entonces, no figurábamos ni en la macabra prosa del plan divino, que según los
padres de la iglesia supera toda comprensión del hombre. Pero lo terrenal poco
a poco reubicó al inconsciente y sus miedos, obligándole, antes que nada, a
procesar lo visto: la cornada fue en la cara posterior del muslo y con el
torero prácticamente recostado, lo que reduce las posibilidades de que las
trayectorias apuntaran hacia las zonas más comprometedoras de la extremidad. El
propio torero pareció tomarlo con más calma que los espectadores, lo que ayudó
a relajar las alarmas y comprender mejor la magnitud del cate.  Vaya cornada Así, pues, sabemos
que el tabaco es muy grande, y que cuenta con varias trayectorias. Según las
informaciones que se han ventilado desde el hospital, se trataría de una
cornada de las conocidas coloquialmente como “limpias”. Sin embargo, ya entrada
la madrugada, no disponemos de un parte médico validado por el equipo médico
del Coso de Insurgentes. Por lo tanto, no estamos en condiciones de
proporcionar ninguna información oficial que descarte cualquier afectación a
estructuras importantes, aunque se la informaremos a la brevedad en esta casa
informativa.
Se aproxima el
cerrojazo definitivo de la temporada de corridas de La México con un cartel
cuya confección está por realizarse. A pesar de lo acotado de los prospectos,
los días de incertidumbre previos a la decisión siempre levantan expectación.
Ojalá que se obre con la mayor de las justicias por el bien de la fiesta brava.
Para que ello suceda será muy importante que prive el criterio taurino sobre
cualquier otro para determinar quiénes matarán la corrida de San Marcos, que muy seguramente será
difícil y exigente. Deseamos pronta recuperación al torero herido, y mucha
suerte a quienes partan plaza el próximo domingo. *Fotos: cortesía de La Plaza México (1-4), y Ángel Sainos (5).
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