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El año nuevo 2017 ha partido plaza con cadencia, para seguir llevando a cabo su ciclo taurino, que bien tuvo un ligero suspiro y ahora retoma nuevamente su trayectoria.
Ha costado trabajo a la afición adaptarse a todos los cambios que ha vivido la fiesta en los últimos meses, es quizá un reflejo de la misma movilidad social que vive no sólo México, sino el mundo entero, y la fiesta forma parte de una importante estructura social que también se está modificando pero hay que tener mucho cuidado en no arrebatarle su esencia antigua, barroca y mística.
La nueva empresa ha calificado el serial como “La temporada grande, pasión hecha a mano”, como si fuese un traje de luces, y de luces los aficionados esperan que lo sea, y que así acontezca en lo sucesivo. Para el próximo domingo 22 de enero partirán plaza los diestros Miguel Ángel Perera, Juan Pablo Sánchez y Diego Silveti, ante toros de la ganadería de Montecristo.
Hace algunas décadas, en la época de oro del toreo en México, los años cuarenta, cincuenta y más, se hablaba de toros en los cafés, en el transporte público, en la radio y la televisión; los niños jugaba y toreaban en las calles, era un México muy taurino. Hoy en día, la población que creció sin recato, la juventud poco enterada y lo que es peor, poco aficionada, no tiene idea de quién pueda torear un domingo, es más, ni siquiera por cultura general sabe que la plaza de toros más grande del mundo se encuentra en su propia ciudad, a pesar de que ahora los medios de comunicación nos enteran en un segundo de todo lo que pasa en cualquier geografía.
La fiesta de los toros se ha llevado a cabo en las últimas décadas como en secreto; no todo el mundo tiene acceso a Internet en casa; hay personas mayores, ejes de enseñanza de la fiesta brava, que no usan las computadoras, mucho menos entienden de las redes sociales, por ello no se enteran de los grupos que ahora se encuentran bajo una misma complicidad taurófila de manera cibernética, pero que caminan por las calles y pueden ver un cartel taurino con sus propios ojos.
Dentro de las acciones positivas que la empresa ha tratado de hacer, es meter publicidad dentro de este monstruo urbano; lo he visto en las estaciones del metro, en los autobuses, en anuncios espectaculares para dar a conocer las próximas corridas, lo que representa un gran acierto; las personas de todas edades se dan cuenta que se siguen celebrando festejos taurinos, para su gusto o disgusto, como también lo puede ser otro espectáculo, que no precisamente les atraiga, pero que existe gracias a la diversidad social de un país como el nuestro, en el que cada uno tiene su propio público.
En esta segunda parte de la temporada grande que está por comenzar, hay un poco más de interés, la plaza está cada vez más en un proceso de readaptación a lo que acontece en su entorno; es necesario también revisar el fondo, la afición merece tratarse con mucho respeto. Vimos que la monumental ha tenido una remodelación, que la hace ver más guapa, pero también los sucesos económicos que han devastado a México generan un impacto tremendo en la situación de las familias mexicanas que por lo mismo les impide visitarla, asistir y disfrutarla cada ocho días.
Habrá que revisar que el toreo fue un fenómeno de masas, y hoy en día es un espectáculo de élite, que requiere nuevamente lograr reunir y unificar a su disgregada afición, no sólo la capitalina, también la que existe en diferentes geografías a lo largo del país.
Creo que se revisaron aspectos de horarios y costos, pero lo más importante es jamás perder de vista que lo que anuncien cumpla con las expectativas de lo que es una “corrida de toros”, con la integridad en la edad, el trapío y la verdadera esencia de la tauromaquia que es, la bravura del toro de lidia. De tal manera que la emoción en el ruedo, atrape la atención de un niño o adolescente, y que el adulto no pierda su capacidad de asombro situada en el ruedo.
La pureza del espectáculo es fundamental, además de los rituales que en ella existen, y a pesar de que la sombra de la posmodernidad quiera acaparar su atención, no permitirle jamás que termine por empañar el brillo de un alamar; mucho menos lo que ha hecho a lo largo de los siglos el arte del toreo, que es tocar vidas y almas para siempre.
La tradición es parte de lo que hace a la fiesta única; hay que cuidar sus aspectos y regresarle la seriedad al recinto, si muchas catedrales han perdido su verdad y categoría de acuerdo a su culto, por lo menos en las nuestras, hay que tratar de mantener la luz viva, como la plegaria de un torero en capilla.
La ilusión está puesta, los carteles desprenden aroma, las monteras irán al aire y con ello, la llegada del toro a la arena, en busca de un verbo conjugado.
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