Allá por 1996, en los festejos del cincuentenario de La México, se dio la última corrida de rejones en esta plaza.  Aquello como un suceso fugaz apuntalado por una campaña de rejoneo en nuestro país por el desaparecido Bancrecer, fundamentalmente. El toreo a caballo era otro en el mundo taurino y, por tanto, en nuestro país. Unos cuantos años después, con la aparición de Pablo Hermoso de Mendoza en el mapa y su incursión en México, el rejoneo ha ido ganando terreno. Pese a ello, y muchas circunstancias más que no son tema de este espacio en particular, no se había dado cabida nuevamente a un festejo de caballos.

De rebote ante el necesario reajuste de carteles en esta primera etapa de la temporada, la empresa jugó sus cartas y tiró para la despedida de Rodrigo Santos. Para completar la terna, los dos rejoneadores mexicanos con mayor cartel, exposición y oficio. Jorge Hernández Gárate, quien luego de actuar en una campaña novilleril hará unos 8 años –aproximadamente-, no había aceptado regresar al coso de Insurgentes mientras no fuera lidiando dos ejemplares, tal y como se acartelan a los caballistas extranjeros. Emiliano Gamero con actuaciones, y buenas, más recientes. Otro atractivo, el mano a mano entre los grupos de Forcados Mexicanos y los de Mazatlán.

Los murubes de Rancho Seco, justamente materia de las preferencias de Hermoso de Mendoza –aunque no de las mayores en los últimos años-, eran en el papel caución para el buen devenir. Pero no. La mansedumbre a granel sigue reinando en la temporada.

Entre los alternantes la brecha generacional fue evidente. La actuación del potosino, Rodrigo Santos, consistió en clavar, más que torear a caballo. Cierto es que, el primero, un animal suelto, distraído, sin codicia, fue materia difícil. La labor fue larga y tediosa. Una decena de fierros y un sinnúmero de pasadas en falso. Los Forcados Mexicanos lograron consumar la pega al tercer intento, no sin costarles la fractura de nariz del cabo que fue a la cara en el primero.  

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Con el cuarto, un animal con algo más de motor, fue más o menos el mismo cantar. Ese encontrar el momento para clavar más por insistencia que por una lidia bien planteada, ordenada y redondeada. Los procedimientos demasiado bruscos dieron además la sensación de una muy pobre conjunción con los caballos.  La concesión de la primera oreja fue producto de la vistosa pega que realizaron los Forcados de Mazatlán. La segunda, podría considerarse como reconocimiento a una larga carrera que, justamente inició en esta plaza, que fue donde tomó la alternativa.

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A fuerza de ser sinceros, del otro potosino, Jorge Hernández Gárate, esperábamos bastante más. A los dos de su lote, como hemos apuntado ya, les faltó casta, y mucha. El segundo de la tarde no se empleaba, fue deslucido y  manso sin más. El qué hacer de Hernández Gárate quedó ahí, a medias. Lo mejor fue la pega de René Tirado, un ícono de los forcados en México. El caballista tuvo que apearse a su vera para invitarse a dar la vuelta al ruedo que le fue protestada por todos los sectores.

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Los pitos tras la labor del quinto se debieron más a lo errático con el acero. La faena fue más o menos del mismo nivel que la anterior; desafortunadamente nada poco para recordar. Errático en la colocación de los fierros, algunos buenos momentos en los embroques y párele de contar.

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En cambio, Emiliano Gamero fue expuso más, y de quien por tanto recordaremos más. Fue un torbellino, entre la raza el querer dar espectáculo, las ganas de hacer cosas, el pero que podríamos ponerle fue la falta de reposo. Con el primero se rodó con mucha noción y fue quien evidenció un mejor planteamiento de las lidias. También fue quien se comprometió y se afanó por torear a caballo.

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Con el tercero, la buena pega de los Forcados Mexicanos ayudó a amalgamar un buen desempeño que le valdría la petición para concederle un apéndice. Con el sexto, la impericia con el rejón de muerte y luego con el descabello, desdibujó un tanto otra labor en la que hubo una mezcla de sobriedad y show.

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La de rejones convocó la entrada más baja hasta ahora, pero sería interesante no dejar que pasen otros veinte años para programar otro festejo de esta naturaleza. Sin duda, hay afición de caballos por todo el país y, con alguna buena, oportuna y pertinente campaña de difusión, se podría ir enriqueciendo esto.

*Fotos: Humbert