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La ficha del festejo.
Así salimos de la plaza. Desconsolados.
Santa María de Xalpa era uno de los hierros que habíamos esperado con ansiedad y esperanza. Lo pedíamos, es más. ¿Qué le pasó? La respuesta más clara la tendrán los ganaderos. A simple vista, es evidente que, como ocurre en el laboratorio de la cabaña brava, el experimento no funcionó. Los cinco jugados de la ganadería titular, carecieron de casta y acusaron mansedumbre. Luego, más allá de la variedad de pintas, fue un encierro muy dispar en presentación.
El de La Joya que remendó la corrida, tampoco nos sacó del bache. Muy quedado, sin motor, sin emoción y solo una dosis de calidad fue lo que Fermín tuvo delante. No es el de la expresión capotera más dulce; en cambio, es como el resto de su tauromaquia, recia. Así lanceó y luego se dobló en el preámbulo de la faena de muleta. Elegancia y poder. El torero potosino tuvo que consentirlo permanentemente para hacer que el animal colaborara un poco. Una tarde más, Fermín Rivera ha planteado una labor maciza, con mucha cabeza, recursos y torero para construir a la par de ir ensenándonos el camino. Una obra no sencilla de comprender, pero, sin duda alguna, que nos da mucho para aprender y disfrutar.
Con el cuarto, lo intentó, lo intentó y lo intentó. El de Santa María de Xalpa simplemente estaba vacío. Pasaba, arreaba, se quedaba. Fermín porfió lo justo para no desesperar al personal.
. En torero ha estado también Octavio García El Payo. Muy formal anduvo con el segundo. El de Xalpa se lastimó la mano derecha en la cita con el caballo y debió ser devuelto al inutilizarse. Sin embargo, los jueces de plaza siguen dando tumbos, vacilando con las resoluciones adecuadas para el buen devenir de la lidia.
Previo a ello, El Payo toreó a la verónica para el recuerdo y remató con una media imborrable. Para el tercer tercio, por el lado derecho, aún cuando el toro hubiera podido apuntar calidad, se venía abajo. Por el izquierdo se fue resabiando hasta terminar sabiendo con certeza donde estaba el torero. El queretano, resolvió la papeleta con aguante, con recursos, y con seriedad.
El quinto fue otro pozo de mansedumbre sin fondo. Sin emoción, sin casta, no quedó más que abreviar y pasaportar dignamente al astado.
. Menos sólida fue la actuación de Diego Silveti. El tercero apenas cumplió con el trapío que se esperaría para esta plaza y considerando el encaste de procedencia. Muy informal fue también. Desacompasado, descompuesto, una “joyita”, pese a ello, cuando parecía que lo conducente era meterle al orden, intentar domeñarlo, se entretuvo, sin mucho éxito, pretendiendo torear en redondo como a cualquier pastueño, claro, dócil, etc.
Con el cierra plaza la apuesta fue ponerle raza. Imponente por la arboladura, pero manso sin más. La lidia fue un completo desorden. Saltilleras y las pedrecinas apenas afuera de las rayas del tercio para ponerle pirotecnia a la noche que había caído sin remedio en la desesperanza. El de Xalpa anduvo campeando por todo el ruedo, buscando siempre el refugio . Silveti no pudo sujetarlo ni someterlo. Aquello, como decimos, se trato de prender la mecha con efecto de corto alcance. Lo mejor fue, tras tardar en cazar al animal para cuadrarse, decantarse por estoquearlo al encuentro.
La oreja cayó sin una verdadera petición mayoritaria, sino, como en muchas tardes, un falso rescate tras la urgencia ante la falta de lo esencial: la emoción, el toreo auténtico, el toro bravo y encastado..
*Fotos: Humbert
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