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Con muy pocos –tres ahora-, se ha erigido esta expresión tan de La México; Manolo Martínez y Jorge Gutiérrez los antecesores. Algunos más se pueden sumar a la lista de consentidos, de esos toreros arropados por la afición de esta plaza. Sin embargo, podría ser que algunos de estos solo fueran muy queridos, y no todos, precisamente respetados.
Fermín Rivera es un torero de la Plaza México; desde novillero. Aquí tomó la alternativa y este ha sido su mayor escaparate.
Flecha y ballesta. Canto y remate.
Durante más de una década, este Rivera Agüero, no se ha cansado de conquistar a esta afición. Una afición que a veces le basta llegar al paladar para derretirse, y otras, es el monstruo de las mil y un cabezas. En este escenario, ¿qué otro torero podría tener esta vitola?
Once años como matador de toros y Fermín se va cociendo a fuego lento. Tarde a tarde, o como dice el Cantares de Machado, golpe a golpe, verso a verso. No ha dejado de enamorar, no llega o se va con un hoy no. A más; siempre. No da un paso atrás.
Una tarde más, México es su catapulta, pero este caminante va dejando huellas en los andares de provincia también.
 ¡Fermín Rivera y ya! Ver torear a Fermín Rivera es ver TOREAR, es ver a un TORERO. Encarna el clasicismo y la pureza. Lo hemos repetido, y nos lo ha repetido. No precisa de ningún aspaviento, de ningún decorado. La torería, la reciedumbre, la sobriedad, la cadencia, la naturalidad, son el camino y andar del encanto que va colmando, sutilmente, verso a verso, el espíritu. Con la voz, la verticalidad, el empaque, ese plantarse en el albero, ese consentir, ese pensar, sentir y actuar, va metiendo a los toros a la muleta, y al tiempo, va dictando la lección al tendido. Lo volvemos a decir, pensar y sentir, es privilegio y gozo.
Fermín Rivera no es una promesa. Fermín es hoy por hoy, golpe a golpe, poso, solera y una verdadera joya del toreo mexicano. La desventaja de haberse formado en la vieja escuela es lo complicado que le está resultando abrir las fronteras, pero a su favor, ese baluarte de expresión lo hace una pieza única. Maduración en ciernes, además.
¿Qué falta? Que las empresas terminen por convencerse para apostar con y en él. No les llenará los bolsillos de la noche a la mañana y, seamos honestos, ya menos de un puñado de toreros lo logran. La afición está convencida. La de aquí y la de allá.
¡Fermín Rivera y ya!
*Foto: Humbert
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