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Con un tercio de entrada se han lidiado toros para rejones de El Canario, de buen juego en conjunto
Sergio Galán, oreja y dos orejas
Manuel Manzanares, ovación y oreja
Lea Vicens, ovación y oreja. Foto archivo Hoy en el día grande de las fiestas de Sanse, se celebró el tercer festejo ferial con una corrida de rejones y con un cartel muy atractivo para los amantes de este espectáculo: Un caballero madrileño por delante, Sergio Galán, un alicantino Manuel Manzanares y una guapísima dama nacida en el vecino país francés, Lea Vicens. Sin embargo apenas llegó a un tercio del aforo.
La actuación de los dos caballeros y la amazona hicieron las delicias del público, en especial Sergio Galán al que le concedieron tres orejas, con ello quedaba asegurada la Puerta Grande. Ovacionado en su primero y un trofeo en su segundo fue el saldo para Manuel Manzanares, para la rejoneadora Lea Vicens, ovacionada en el tercero y una peluda en el que cerró plaza.
El centauro madrileño Sergio Galán logró hacer dos buenas faenas, especialmente ante el toro cuarto, tras los rejones de castigo, las banderillas los adornos y un excelente rejón de muerte del que el burel salió muerto sin puntilla. Las dos orejas fueron a sus manos, sumando así, tres ya que en el abrió plaza corto otro apéndice.
Manuel Manzanares demostró sus grandes dotes de caballista, dejando muy patente, primero su voluntad y segundo sus ganas de agradar, ganándose así el favor del público, ante el toro segundo de la tarde, fue fuertemente ovacionado pese a que el animalejo que poco se prestó para el lucimiento. Eso sí consiguió una oreja en el quinto, tras una actuación vistosa y vibrante siempre fue de menos a más, por ello se pidió el trofeo, concedido por la autoridad.
Fue una pena que Lea Vicens, sorteara un primero sin fuerzas y de poca acometividad, pero usando la técnica con que ya cuenta le sacó todo lo que tenía dentro, desafortunadamente estuvo poco acertada con el rejón de muerte. Ante el toro que cerró el festejo dada su eficacia llegó mucho a los tendidos al clavar los palitroques exponiendo a sus cabalgaduras, enardeciendo a los aficionados, que sacaron sus blancos pañuelos pidiendo el apéndice, el trofeo paseado por el ruedo con el beneplácito general.
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