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Toros de Cebada Gago desigualmente presentados, muy astifinos, mansos en general y desarrollando sentido. Corrida peligrosa en término generales. Foto archivo Se esperaba en Pamplona la corrida de Cebada. Llegó desigual, astifina, mansa y peligrosa. Salieron prendidos o volteados Eugenio de Mora y Javier Jiménez, aparentemente sin consecuencias. La corrida desarrolló sentido y su correspondiente peligro. Espeluznante la cogida que sufrió Jiménez cuando quiso ofrecer repertorio a las peñas del sol. Tenía ya una faena en el bolsillo. Pudo incrementarla cuando salió de la enfermería para matar, ya cuando Eugenio de Mora procedía a terminar con el toro de Jiménez. Andaba desorientado por la paliza que llevaba encima el sevillano y había pocas posibilidades de que aquello se materializara en éxito. Lo tuvo. Lo perdió. Lo dio todo, puso la carne en el asador. Pepe Moral dio una vuelta al ruedo en su quinto, que se dejó un poquito más. Pero avisando, siempre avisando. De Mora se encontró con dos joyitas y mostró oficio.
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