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Con casi lleno se han lidiado toros de Adolfo Martín, de distinta presentación y duros de comportamiento.
Manuel Escribano, oreja y oreja tras aviso
Francisco José Palazón, silencio tras tres avisos y ovación
Paco Ureña, oreja y ovación.Escribano tras el gravísimo percance es llevado por la cuadrilla a la enfermería El término de corridas duras o ganaderías toristas, escuece en ciertos sectores del mundo taurino, si una corrida es dura, entonces ¿como es la otra?, ¿blanda? y si una ganadería es torista, las otras ¿qué serán?, ¿toreristas?, pese a quien le pese y escueza a quien le escueza, todos los toros no son iguales, al igual que no lo son ni todos los toreros, ni lo somos todas las personas, todos merecen respeto, sí, sin duda, pero no son iguales.
Hoy le ha tocado sufrir a Manuel Escribano lo que de vez en cuando y de manera equitativa sucede en esto de la tauromaquia, la cornada, ese contraste de ley que permite a los observadores asomarnos a los misterios extremos de la vida a través de este rito mágico y fascinante.
Antes de recibir la cornada, en el cuarto, Escribano, que cortó una oreja, había logrado ligar buenas series con ambas manos ante un oponente de embestida humillada y cierta clase aunque falta de raza, banderilleó y hasta tres largas cambiadas realizó en el primer tercio, Quizás, "Madroño", hasta el momento de entrar a matar, había sido el "Adolfo" más noble de la tarde, y fue sólo al final, tras el estoconazo, cuando nos enseñó lo cara que iba a vender su vida.
Otra oreja había cortado Escribano en su primero, un complicado toro muy aplaudido desde la puerta de chiqueros, merced a una faena muy vistosa en la que quitó por gaoneras y banderilleó, y ya con la muleta tuvo que tragar de lo lindo para poder ligar alguna que otra serie de muchísimo merito hasta matar de estocada trasera tras bernadinas.
Toreaba otra vez "Adolfos" en su tierra tras casi un año, Francisco José Palazón que escuchó los tres avisos ante su mirón primero y no pudo acoplarse ante el pegajoso que hacia quinto. Algo está fallando en la fiesta cuando los últimos que llegan se comportan como figuras mientras los que están intentando sobrevivir parecen sufrir una condena.
El Murciano de Lorca, Paco Ureña, tuvo el precioso detalle de brindar la muerte de Lagartero a Palazón, un anovillado y veleto toro en el que logró algunos muletazos sueltos con aroma pero que nunca terminó de romper, aunque suficiente para cortar una oreja.
Con el último toro de tarde un "pavo" de 580 kilos muy aplaudido de salida, y que peleó en varas, poco pudo hacer, sin movilidad y sin trasnmisión, a estas alturas todos ya estábamos pensando en Escribano.
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