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Dice la sabiduría popular que dos no pelean, si uno no quiere; y en los toros Aparte de que embista el toro, el matador tiene que provocarle y plantearle pelea desde que aquel salta a la arena. Corrida de Cuadri, muy esperada siempre por el aficionado, ese al que los panzas agradecidas o aspirantes a ello, llaman toristas. Allá ellos, tampoco vamos a discutir por los términos, ni tan siquiera por la mala baba. No tiene sentido. Pues bien, esos aficionados que venían a Madrid con toda la ilusión del mundo, lo mismo se han marchado decepcionados... o no. Lo mismo cuando salían se preguntaban si han visto todo lo que la corrida traía o si la mala lidia, ese ir a empatar a cero de los matadores ha hecho que no nos dejen ver la corrida. Está claro que el encierro no ha sido bueno, le ha faltado sangre, no se ha acabado de entregar, pero es que Encabo, Robleño y Rubén Pinar parecía que no querían despertar a los Cuadri, no fuera a ser que la cosa se complicara.
Pero ya saben ustedes, si vas a empatar, si buscas los penalties y si tomas la iniciativa y el control, lo mismo acabas perdiendo el partido, aunque este sea el partido de tu vida, pero... Para ganar hay que arriesgar y la terna no lo ha hecho y lo que es peor, han puesto en práctica una táctica reservona, a ver si el ganado parece malo y ganamos a los puntos, sin templarles nunca o casi nunca, con tirones con el capote y la muleta, sin acabar de elegir los terrenos que pedía el toro, abusando hasta la saciedad del pico de la muleta y casi todas las triquiñuelas del toreo moderno.. La verdad que los animales, en líneas generales han sido sosos, pero por otro lado daban muestras de otra cosa, han doblado todos con la boca cerrada, no ha habido ninguno que haya manseado estrepitosamente, alguno ha escarbado un poco y hasta se ha dolido en banderillas. Es más cuando parecían morir, embestían a la muleta. Son toros que con nada se desconciertan y se quedan parados, esperando que llegue alguien que al menos distinga un burro de una tableta de chocolate.
Javier Ambel a la brega Las lidias han sido bastante desafortunadas, exceso de capotazos y poca minuciosidad para colocar a los toros en suerte a cada momento de la lidia. Pero siempre hay quién se empeña en revivir el clasicismo y demuestra la trascendencia de todo lo que se hace en la arena, especialmente lo bueno. Lo habitual es ver como a un toro se le pegan mil millones de capotazos en los dos primeros tercios, convirtiendo aquello en una capea de pueblo y en un desbarajuste insufrible. Pero en este caso ha sido Javier Ambel quién ha dado el paso adelante. Lidiando el tercero, primero de Rubén Pinar, con esmero, limpieza y eficacia, poniendo al toro en suerte en el segundo tercio, con un único capotazo en cada par de banderillas. Ha sabido andarle a los toros, que eso también es torear y de un lance templado, suave y llevando al toro enganchado en los vuelos, ha dejado al Cuadri siempre en el sitio. Quizá la excepción de una tarde en la que el aficionado no veía, pero intuía, la vista le dictaba una cosa y la intuición otra, para acabar concluyendo que en lo que podía encontrarse mucho más, al final parecía que allí se había firmado un alto a los enfrentamientos, por eso de molestarse entre si, un Pacto de no agresión
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