|
Y no creo que hoy, ni los presentes, ni los que la vieron por la televisión puedan decir que no hayan sentido miedo. ¡No era para menos! Miedo, de verdad. No pavor o pánico; miedo puro y duro. Miedo tela, como dicen por aquí. Dos, como mínimo, fueron para tragar; y tragar completo, sin pausa ni piedad. Tercero y cuarto. El resto tampoco se salva.
Soy, y hoy me confirmo, de las que piden, buscan y abogan por la emoción como ingrediente fundamental en los festejos taurinos. Pero eso es una cosa distinta a lo de hoy. Cierto que para vivir esa emoción es necesario entre otros asuntos, percibir de manera contundente que, quienes se visten de luces, se están jugando la vida, y no que andan campeando o que más de uno se podría sentir capaz de hacerlo.
La lidia, más allá de tiempos presentes o pasados, se trata de domeñar, someter, torear, un toro bravo. Lo de hoy no eran toros bravos, ni alimañas, ni complicaciones derivadas de. Lo de hoy era, por decirlo de alguna forma, mera incertidumbre. Era materialmente imprevisible saber qué harían. Se arrancaban de largo a cazar a alguno que vieran a distancia, pero igual al llegar hasta ahí, ponían el freno de mano y venía un parón seco. En una acudían, a la otra solo se quedaban mirando y tiraban para el otro lado. Se colaban, y no por falta de sitio, sino para cobrar; la siguiente, huían cual mansos. Hasta a Florito batalló para llevarse al tercero. ¡Qué turnos tan duros! Ahí había que salir ilesos pues no había más que malas intenciones.
No creo que hoy día exista técnica, ni pureza, ni verdad o mentira para estar y lidiar aquello. Taparles la cara, picarlos como buena o malamente se pueda, machetearlos de pitón a pitón y volcarse al tú por tú con la espada; tal vez.
Con el peor de todos, Venegas se plantó, se fajó y... aquí queda esto también Y entre tanto miedo, he visto honradez y vergüenza torera, en los de oro y en los de plata. Unos lo habrán pasado peor que otros. Quizá alguno se vio con algo menos de valor ante su compañero. Pero esos hombres estuvieron, repito, con la rectitud que pedimos a todos, especialmente a quienes se califican de figuras. Por cierto, ningún mal les hubiera hecho haber ido hoy por lo menos a sentarse ahí y tragar un poquito de ese miedo. Como premio, al salir de la plaza se habrían encontrado con que no se aburrieron.
|
|