Poca tinta hay que derramar para contar lo sucedido sobre el comportamiento de los toros, con decir que han sido mansos, muy mansos o terriblemente mansos, podíamos dejar la crónica hecha…

Millorquito abrió la desdichada tarde, era armónico y anovillado; fino de cabos y de poco remate, degollado de papada como es habitual en este encaste. Embistió con genio en el capote de Sánchez Vara y se rajó tan pronto como se vio dominado. Peleó buscándole las vueltas al caballo en la primera entrada y se dolió en la segunda, hasta tres veces fue ante el penco sin hacer nada destacable, se repuchó en todas. Cortó a los banderilleros y echó la cara arriba en la brega. Soso repitió, saliendo con la cara alta, distraído por el derecho. Por el izquierdo se llevaba al torero por delante, no tenía un pase. No dejó nada para la historia. Lo peor era que habíamos visto al toro más manejable del encierro.

Alberto Aguilar se las vio con un cárdeno bragao de nombre Mandarín. Muy justo de trapío, delantero y astifino; que salió suelto del capote. En varas embistió con casta, pero doliéndose, antes había manseando correteando la plaza. Se dejó banderillear. Una tanda estimable por el izquierdo brindó. Fue perdiendo entrega a lo largo de la faena, noble por este pitón, algo deslucido sacando la cara alta y sin permitirle un fallo a Alberto Aguilar por el diestro. Sólo transmitió en aquella primera tanda.

Luvino se fue vivo a los corrales... por un rato

Con Luvino empezó la odisea. Un toro con cuajo, pero con poco trapío por delante, abierto de cara. Hizo varios extraños delante de Venegas en el saludo. Sin clase empujó arriba tirando tarascadas al caballo. Arreó de manera insospechada al picador que hacía la puerta y luego regateó al de turno… Un figura. En banderillas armó un desaguisado arreando para todos lados, menos mal que por allí andaba David Adalid para arrearle a él dos buenos pares. En el inicio de la faena de muleta se tiró a la barriga de Venegas… Así como suena. Sólo se dejó por el izquierdo, aunque deslucido y saliendo con la cara alta.  Por el derecho un marrajo imposible. Manso con muy malas ideas. Un toro correoso con pies y sentido. Terminó en los corrales después de los tres avisos.

De las mismas hechuras y pinta que el manso anterior fue el cuarto de la tarde, pero de mejor presencia. Cazarrata, que así lo habían bautizado, no se dejó picar por lo que fue castigado a banderillas negras, lo que antaño se denominaba fogeado.  Fue muy difícil de banderillear e imposible en la muleta. El toro más difícil que haya visto en la vida. Manso de tres tercios, receloso, descompuesto, queriendo coger el bulto, una prenda. Hizo pasar un quinario a Sánchez Vara. Parecía toreado.

El quinto de la tarde era largo y con cuajo. Astifino y feo de hechuras. Arreó en el capote de César del Puerto punteándolo. Agarrado de patas y manos en la embestida. Peleó en varas en la primera entrada y en la segunda se repuchó. Arreó en banderillas queriendo coger. Repitió con casta pero sin clase, a base de embestidas secas. Fue correoso, comparado con el anterior… un bombón. Que se disfrutó Alberto Aguilar.

Morisco, segundo del lote de Venegas, cerró la angustiosa tarde. Era barrigón, cuajado y agradable por delante. Derribó no sabemos cómo, el toro hacía como que embestidas y el caballo como que picaba para terminar rodando por el suelo. Se desentendió de capotes. En la segunda entrada tiró derrotes, algunos buscando el cuello del caballo. En banderillas arreó pero de nuevo, como su hermano, se encontró con Adalid para llevarse cuatro palos en to lo alto. Su tarjeta de visita en la muleta fue muy parecida a la de sus hermanos de camada: arreones secos y cortos. Correoso y duro por ambos pitones. Sacó la gaita por arriba del estaquillador en los embroques.

Tarde para olvidar cuanto antes.