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Inicia la semana torista y con ello, esa tregua de la que se ha hablado aquí en los últimos días. La esperanza es tener un cese, al descastamiento. Vienen los otros encastes que, también, tienen sus fallas en las genética. En otras palabras, no quiero caer en el argumento de los hierros de garantía. En todo caso, el resguardo es la variedad, la inclusión, la no marginación.
Este sistema nos divide entre toristas y toreristas, aficionados y públicos caza carteles, figuras y no figuras. Se es uno o es otro. Pero… metidos en esto, quizá hoy yo parezca algo así como la abogada del diablo.
Camarín, de Baltasar Ibán se ha llevado la tarde. Se llevará muchos titulares y, hasta servirá para descalificar. En principio, ya en la plaza la oreja y la actuación de Alberto Aguilar fue censurada por algunos. Ruega a Dios que no te salga un toro bravo….
Al corrido en segundo lugar, podemos colmarlo de cualidades: fijo, emotivo, pronto, codicioso, noble, franco. En resumen ha reunido las virtudes de la casta y la bravura. Eso que da miedo, porque puede conducir al verdadero fracaso, porque puede dejar al desnudo al torero que tenga enfrente –y no precisamente por poder llegar a destrozarle la ropa.
Estar a la altura no es tarea sencilla. Lo sabemos. Y lo saben. Por eso, esos llamados figuras no se apuntan. Lo sabemos. Y lo saben. Ahí alguna de esas garantías. Anunciarse con la de Ibán, por ejemplo, es jugársela a ser menos ponderado. Hay mayores posibilidades de pegar un petardo, que estar digno. Alberto Aguilar no ha estado sublime, es cierto. Ha sido exigido por un toro de nota muy alta. Entonces preguntaría ¿quién habría podido estar absoluta y rotundamente más que bien? Podrán darse unos cuántos nombres, algunos de toreros retirados y otros en activo; seguro no serían ni una docena.
¿Dejáserlo crudo o ponerlo una tercera ocasión? ¿Alguna vale más? Camarín fue uno para haber volteado la plaza. Alberto Aguilar no lo logró. Nos podemos quedar con esa sentencia. Condenatoria, por supuesto. Sin embargo, me parece que cabe algún descargo con base en otra perspectiva, de otro principio: juzgar al torero con base en las condiciones del toro. Entonces, podemos hallar probidad en ponerse delante de un Ibán –que por derecho propio se ha nominado ya a ser el toro de la feria-, frente a quien aparece con alguno de esos para cuyos encierros completos hacen falta la ida y venida de camiones y camiones. Dispuesto y tal vez en su límite, ha estado el madrileño ante uno de esos que otros -un montón- que ni siquiera se atreven. Sobre aquellos nunca sabremos si son al menos medianamente capaces; del que nos ocupa, hoy ha estado ahí.
No se trata de buscar una absolución solo por que sí, o por caridad, o por devoción. Es solo un intento de tener una visión desde otra perspectiva, y quizá con ello un poco menos encasillada en el sistema. Cada quien verá.
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