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Hay veces que la vida te da sorpresas que tarde podías imaginar. ¿Quién habría dado un duro por los toros del Puerto de San Lorenzo de Salamanca? Parecía que su presencia en la feria respondía más a un capricho de los toreros anunciados esa tarde. Toros a modo para Enrique Ponce, que no molestaran, dóciles y bobalicones y que apenas pudieran sostenerse en pie, para que él y sus compañeros anduvieran con cierto desahogo. Lo que no contaban es que los de Salamanca venían regalando el triunfo al que lo quisiera tomar a base de buen toreo.
Pero hay veces que lo que el toro propone, el toreo ventajista y trapacero lo descompone. Me llamarán loco, porque no ensalzo la labor de Enrique Ponce. Ya me gustaría, pero, aún habiendo templado las embestidas francas de su primero, no se puede responder a la boyantía y buen son con cites perfileros, en el mejor de los casos, y abuso del pico en todos los muletazos, aparte de esos capotazos rectificando en cada lance. Lo de su segundo ha sido un no poder con un toro al que el valenciano no vio y no quiso ver, ¡caray con el magisterio! Lo de Daniel Luque va aún más allá, y como diría un castizo, ¿chavea, cómo los quieres? Que difícil es ese tránsito del pegapasismo al del toreo de verdad. Y para completar el panorama, un Román que no digo yo que no le ponga voluntad, pero con voluntad se perdieron Cuba y Filipinas. A su primero lo desgració por actuar como un domador y no como un torero, aunque la bondadosa parroquia le ovacionó el resultado de sus trallazos traicioneros e inoportunos. Y si no pincha, igual hasta le habrían pedido la oreja por tirar por el sumidero las embestidas francas y de calidad del último del Puerto. Así está Madrid.
Para que lo toree el que quiera y sepa, abstenerse pegapases Al aficionado a los toros le gusta ver triunfar a los toreros, nos gusta verlos alcanzar la gloria con el capote y la muleta, pero quizá nos emocione aún más el ver el triunfo del toro. Lástima que los del Puerto no hubieran caído en unas manos que los hubieran lucido más, que hubieran mirado más por cuidar la lidia y que no les preocuparan solo los despojos. Pues bien, los toros salmantinos también lucían dos orejas cada uno, que a nada se caían como la fruta madura, pero para adentro que se las llevaron. He elegido el segundo de la tarde, pero también podría haber sido el sexto o el tercero o quinto, incluso el primero si no se desgracia. Cualquiera de ellos podría haber merecido dibujarse, porque los del Puerto de San Lorenzo, de Tamames, Salamanca, en definitiva, eran cinco para saber torear. |
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