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Pues nada, que el señor ganadero no acaba de dar con la marca de cereales para que desayunen sus toros, y a ver si así ya aguantan al menos un puyazo en todo lo alto entre los seis de una corrida, a ver si ya nos podemos olvidar de ese espectáculo de que llega el animalito, se estampa contra el peto, el de arriba apoya el palo e inmediatamente, a la velocidad del rayo lo levanta, para regocijo del público, que hasta tira las pipas y el yintonic al suelo para ovacionar tal gesto de humanidad taurina. Eso sí, luego siguen la muletita, lo que sus escasas fuerzas se lo permiten, como un perrillo la correa que le muestra el amo para ir de paseo. Serán los chococrispis mañaneros que les dan energía para aguantar tres días persiguiendo el trapito, eso sí, lo del caballo... Aunque lo mismo esto tampoco es que le importe mucho al señor criador.
Pero que no se vayan ustedes a pensar que los señores espadas se frustran al ver como el único castigo que se les administra es hacerles copiar cien veces “Iré a la muleta cómo un torillo bueno”. Y a veces el castigo lo solucionan con un corta y pega y andando. Los señores matadores bastante tenían con andar por allí, como para preocuparse de naderías. Urdiales se está adaptando a la perfección a su nueva vida de torero rico, aunque aún no lo sea. Ya ha asimilado lo del pico, lo del toro inválido, lo de echárselo fuera y el mantenerse a una distancia prudencial. Perera iba dispuesto a pasarse la tarde y la noche pegando pases hasta que al señor del Guinness se le quemara la calculadora de contar trapazos. Entre retorcerse, llevar el toro con el pico, rematarlo allá cerca de Castrojeriz las carreritas para recolocarse, al final ha echado la tarde. De lo de llevar la lidia, si quieren me lo invento, pero no sería honesto contar lo que no fue, ¿no? Por un estilo, pero a su manera, ha estado Talavante y con todo y con eso de inhibirse de la lidia, al final se confió con el último manso y se lió a pegarle trapazos a mediada que el Fuente Ymbro le iba conduciendo camino de la puerta de chiqueros. Pero lo que le gustó al público. Lo que entusiasma el pegapasismo, ¿a qué parece mentira?
Un trincherazo cogido con pinzas Dirán ustedes que con una oreja, la del sexto, que seguro que habré tenido material para una ilustración y hasta para montar una exposición antológica, pero si no es porque tenía a mano el bisturí y he podido ir buscando con mucha fineza, al final habría salido con un retrato del cervecero pasando calamidades con el sol a plomo que cayó durante toda la tarde. Así que nada, que andaba yo todavía con ese optimismo con que se va a los toros esperando ver algo que te llene, con esas ganas de ver al Urdiales de otras tardes, sin echar cuentas de que solo estaba procurando que el toro no se le fuera al suelo, pero bueno, después de una tanda de derechazos, la abrochó con un trincherazo vistosito y me vendría que ni al pelo, como el desesperado que para no caer al abismo se agarra a un clavo ardiendo. Un rasgo de torería, pero no tan potente como para hacernos olvidar este desolador panorama de toros, chococripis y toreadores de opereta.
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