|
Con gran expectativa se llevó a cabo la histórica corrida en solitario de la Matadora Hilda Tenorio, en el Lienzo Charro División del Nort, en Tepotzotlán, Estado de México. Por fortuna, el recinto era techado ya que la tarde fue voluble en clima, cielo nublado y caprichosa lluvia combinada con sol que abrazó por unas horas al pueblo mágico, en donde impera el barroco en los altares. Se lidió un encierro de Brito que no brindó el juego deseado.
Hilda Tenorio en solitario: palmas, palmas, silencio, silencio, una oreja y palmas.
Hilda Tenorio acompañada de una flamante cuadrilla y teniendo como sobresalientes a Jorge López y Pablo Samperio, marcaron ya un hecho en la historia.
Hilda fue recibida con una cariñosa ovación La entrada fue muy buena, el público acudió con una actitud muy positiva para acompañar a la torera, quien se presentó impecable vistiendo un terno de color grana y oro. Demorado el festejo veintidós minutos de la hora anunciada, partió plaza la comitiva, para después entre palmas hacer salir al tercio a la torera quien recibió una cálida y fuerte ovación.
La tarde se desarrolló entre muchas vicisitudes que no permitieron un redondo lucimiento de la Matadora michoacana en toda la expresión de su capacidad profesional, que desde luego tiene, pero ella resolvió la tarde que fue intensa y de gran compromiso lo mejor que pudo, mostrando mucho carácter y una actitud siempre muy positiva.
El encierro de la ganadería de Brito, de origen tlaxcalteca, fue bajado directamente del camión de embarque a la plaza, lo cual es de pésima costumbre hacer, ya que genera que las condiciones de los toros vengan a menos; además de que el lote en esencia fue deficiente, animales inciertos, rajados, abantos, y sin querer colaborar en su propia fiesta.
La torera michoacana intentó prodigarse con capote El primero con un malaje en la entraña, arrolló a la diestra tremendamente al torear por chicuelinas, por fortuna no pasó a mayores consecuencias; la torera muy valiente, después de que se repuso, intentó darle lidia, pero el astado era indeseable.
Mientras el segundo de la tarde, un cárdeno en pinta, le ejecutó cinco verónicas que fueron coreadas con fuertes olés, además de hacer unas zapopinas que pusieron ánimo en la concurrencia. Con la pañosa logró buenos muletazos, molinetes, cambiados por la espalda y el de pecho; pero el burel poco a poco se desentendió. Fue muy coyuntural, pero cuando la Matadora apuntaba el morrillo del toro con el acero, un relámpago entonó su cante jondo.
Lidiar y lucir con la muleta El tercero de la tarde con la frescura que la caracteriza, lo recibió pegada a tablas con una larga cambiada, luego pintó un mandil y después plasmó bellas verónicas. Hubo disposición con la muleta, pero la suerte suprema siempre será como su nombre lo indica, “suprema”.
Tocaba la arena el cuarto de nombre, “Monarca” que hizo honor a su nombre en el color de su pinta como mariposa michoacana; era un colorado poco comprometido en los engaños, la gente poco lo aceptó. Hilda trató de entenderlo lo mejor que pudo, buscando hacerle faena, pero el “monarca” sin más que detalles voló al cielo, con las alas intactas.
Trató de cubrir todos los aspectos de la lidia Los sobresalientes: López y Samperio, entregaron a Hilda un reconocimiento en los tercios del ruedo, momento aplaudido por la afición.
Cuando el cielo desprendía una que otra lágrima, Hilda las enjuagó, llegaba el quinto de la tarde y rompiendo cánones, decidió subir a las cabalgaduras y picar a su toro, causando una sorpresa en el ánimo de la afición; imagen que me remontó a pensar en Goya, en aquella lámina número veintidós, de su colección “La Tauromaquia” en la que inmortalizó a la misma Nicolasa Escamilla “La Pajuelera”, aquella mujer que no tenía límites, al igual que Tenorio y que para su época fue una novedad.
Brindó la muerte del burel a Pepe San Martín, tomó los trastos y comenzó su faena de muleta tratando de sacar partido al de Brito, lució buenos muletazos, tras pinchazo y sonora petición de oreja, la cual fue acreditada dando vuelta al ruedo cubierta de flores a tono con el color de su seda.
No pudo faltar el brindis a sus padres El sexto de la tarde fue el mejor presentado, la asistencia lo celebró, pero los petos y la puya, no le hicieron gracia al burel. Se cubrió correctamente el tercio de banderillas y la torera decidió brindar la muerte del que cerró plaza a sus padres, quienes han sido su mejor apoyo a lo largo de su respetable y admirada carrera. La faena no logró bordarse por ningún lado, ya que no había tela de donde cortar. El toro ya inerte en la arena, llevaba un clavel en un costado del morrillo fundido entre el color de la sangre en completa complicidad, ambos emprendieron el camino al destazadero de los sitios de este tipo, en donde la vida y la muerte son franqueza y naturalidad.
El semblante pálido renacentista de la torera era eminente ante el gran esfuerzo que representó esta encerrona, en esa intimidad que simboliza intentar un romance con los toros, que muchas veces son poco entregados y de inciertas ideas. Sin embrago, es de gran valor no solo histórico por ser la primera mujer en llevar a cabo esta idea, sino también por haber sido un reto profesional querer demostrar y demostrase en solitario sus capacidades.
Y el agradecimiento a todos sus compañeros Sabemos que las adversidades que se le han presentado son muchas, como a otros toreros y toreras, pero no la minimizan, ha pasado por fuertes lesiones y vivido muchos infortunios también con las mismas empresas y algunos alternantes que se niegan a torear con ella; pese a todo esto y más, seguiremos viendo prendido de un cartel el nombre de Hilda Tenorio, que siempre desprende por sí mismo, un aroma a torería.
|
|