Aunque la novillada de El Montecillo ha sido mansa en líneas generales, ha tenido el interés de la casta. Excepto el cuarto, todos los novillos han dado juego en la muleta, con los matices oportunos… El primer novillo de la tarde correspondió a Filiberto, era pobre de cara, escaso remate y feas hechuras. Su salida fue fría, de poca entrega. Peleó con genio en las dos entradas al caballo, hizo buen tercio de varas, pese a eso, tuvo un comportamiento manso en banderillas a base de arreones. Certificó su mansedumbre al inicio de la faena de muleta rajándose descaradamente. Después, aunque deslucido, puso emoción al moverse arreón va y viene. Sería el único que mataría Filiberto por cogida. También mató un solo novillo Luis David Adame al sufrir otra cogida como su compañero en su primer novillo. Grabador fue el tercero de la tarde, negro salpicao, con buena presencia y cuajo. Repitió el comportamiento de sus hermanos anteriores de irse huidos. Le cuidaron en varas. Tomó fijeza en banderillas y se comportó con nobleza en este tercio. Fue repetidor y pronto en la muleta. Sacó casta y fue a más dando juego por ambos pitones. Como defecto anotamos la falta de humillación. Buena embestida de este novillo Juan de Castilla despachó el resto de la novillada. Habanero fue su primero, un novillo con cuajo y volumen; basto, algo cornicorto. No había presentado codicia en el capote. En el caballo recibió un primer puyazo en el que se enceló y derribó, en la segunda entrada ni peleó ni le castigaron. Huyó en banderillas buscando toriles. Y, de esta guisa inició el trasteo final… de huida. Después se enceló en la muleta y, aunque desclasado, repitió por ambos pitones. Dio juego de manso encastado.
El cuarto de la tarde, Canastero de nombre, castaño ojinegro de pelo, con más hechuras de toro que de novillo, con cuajo y remate; estrecho de sienes y engatillado. Soso fue su comportamiento de salida. Le costó ir al caballo y tiró cornadas al peto cuando lo hizo. Después se repuchó. Tardeó en banderillas. Le faltó casta y llegó a echarse. Fue perdiendo viaje y quedándose corto paulatinamente. Dio poco juego, el que menos. Otro castaño fue el quinto, de nombre Fandanguero. Más justo de peso que sus hermanos pero con presencia. Lomirecto, de feas hechuras, ligeramente bizco del izquierdo. Se repuchó con descaro en el caballo e intentó quitarse el palo de encima. Echó la cara arriba en banderillas. Sacó casta en la muleta y repitió con fiereza. Principió humillado por el derecho y más descompuesto en las siguientes series. Fue interesante el comportamiento en la muleta de este manso encastado. Aportó emoción al trasteo. Perezoso cerró la tarde. Otro con hechuras de toro, largo y ligeramente silleto. Tardó en acudir al caballo, pero cuando lo hizo empujó por abajo, con fijeza y metiendo riñones, el mejor de la tarde en el tercio de varas, aunque al salir del segundo puyazo se fue de costado. Manseó en banderillas buscando los adentros. Repitió con clase pero siempre buscó la huida a tableros. Tuvo poca entrega y terminó descompuesto y más tarde rajado junto a tablas. La novillada tuvo el interés del riesgo, los novillos no fueron fáciles y aportaron emoción por las dificultades que presentaron. De nuevo ha quedado claro que la casta es el fundamento de la bravura.
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