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Si preguntas a alguien por una película y te dicen que la fotografía era muy buena, desconfía del resto de la película, igual que si de un viaje a las Islas Barbados te cuentan lo simpáticos que eran los de recepción. Pues si preguntan por la corrida del día del santo, con toros de figuras, Juan Pedro, con figuras, Talavante, Roca Rey y la compañía de Posada Maravillas, y se entusiasman con “Los nardos” interpretados por la banda de la plaza... Ahí lo dejo. El ganado venía con cierta expectación, pues en los últimos tiempos parecía que hasta podrían abandonar esas tinieblas de la Tauromaquia 2.0, pero igual los que completaban el cartel han truncado cualquier asomo de mejora. Solo se ha picado uno en toda la tarde y era del Conde Mayalde. Lo que son las cosas.
Confirmaba uno a los que un día le regalaron un trofeo y le hicieron creerse que ya era una figura, Posada de Maravillas; pues hasta para poner un toro al caballo ha tenido que ser auxiliado por el director de lidia. Volvía un par de días después de aquella oreja que decían de peso, Alejandro Talavante. Pero como aquí no había toro que al menos le molestara, allí no había ni emoción, ni conmoción. Y se esperaba con más ilusión que a los Reyes Magos a Roca Rey. Muchos se han apuntado a eso de ver volar capotes, muletas y la honra de la plaza de Madrid, pero que si quieres arroz, Catalina. Si casi ni se lo ha pasado por detrás. Tendría rozaduras del otro día. Vale que sí, que el capote lo ha zarandeado en alguna ocasión, pero entre las protestas de unos y el no acabar de encajar aquello, ha hecho que no se pusiera en una hornacina al peruano. Es que esto no hay quién lo entienda.
 Con los nardos apoyaos en la cadera Para colmo de males, se han liado a cambiar toros ya al final, cuando ya nos pensábamos que la corrida iba a terminar a una hora decente. Vaya contrariedad, pero... Espera, ¿qué es eso? La banda del maestro García Pérez se ha visto inmersa en la festividad que era, el Santo Patrón, y se ha arrancado por aires populares madrileños. A media plaza le ha cambiado el semblante y la otra media lo traía ya cambiado de casa. Esos “Nardos” coreados por el tendido de sol, esa florista que repartía donosura por los labios de que dejaban salir el sentimiento de madrileños de pro de esas gentes venidas de todas partes, las dos Castillas, Levante, Andalucía, dos de Porriño, una peña de Lekeitio, Extremadura, Murcia y se rumoreaba que había un señor de la misma Melilla. Y servidor, que tiene la sensibilidad a flor de piel, no ha podido evitar el traer aquí a los culpables de que todo el mundo cantara eso de la florista viene y va y sonríe descará.
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