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Una ovación reconforta; porque no logra paliarlo todo.
En Madrid llovía. Acá también ha llovido. Nos faltaban días. Y unos sentíamos que era un poco pronto. Quizá, siempre, nos faltarán días.
El primer paseíllo de un nuevo San Isidro. Y unos, sentimos aún mucha tristeza.
Era la fecha.
Hoy, pasara lo que pasara, Madrid tenía que entregar dos ovaciones.
Tras partir plaza si dio la primera. Saúl Jiménez Fortes volvía a este ruedo tras prácticamente un año de… Un recuerdo escalofriante. Pero estos seres se rehacen y retoman el camino. No podía ser de otra manera. Madrid, en una ovación, sintetizaba reconocimiento, correspondencia, respeto, acompañamiento, afición, hasta gratitud. No podía ser de otra manera. El hombre había derramado su sangre en este mismo ruedo. El torero se ha vestido nuevamente de torero, hacía el paseíllo y estaba otra vez ahí; dispuesto nuevamente. Volvió, y volvió a ofrecer su vida en esta plaza, y a esta afición. Fortes agradeció esa ovación en pie. Llegado su primer turno, en pie, brindó a la concurrencia. La historia volvía a hilarse.
Llovió un poco más. Transcurría ese tiempo que nos está faltando.
¡Viva El Pana!
En la televisión dijeron, que habían dicho, ¡Viva España!, pero no. Fue un ¡Viva El Pana! Pude corroborarlo enseguida vía redes sociales con “conocidos” presentes en los tendidos de Las Ventas.
¡Viva El Pana!
Y llegó la segunda ovación. No podía ser de otra manera. Aunque sí. El Pana no ha podido ponerse en pie para agradecer esa ovación. Muchas tardes pasó en los tendidos de Las Ventas en los últimos tres años. Esperando.
Sin sombrero de charro, El Pana estuvo, y hoy fue ovacionado sin estar Rodolfo Rodríguez está en México, en un hospital con el cuello y la movilidad rota. El Pana también está roto. Así es como le ha llegado la ansiada ovación de Madrid. La que lo ha ilusionado. Y El Pana no ha podido ahora, ni ponerse en pie para agradecerla. Vestido de torero, como lo ha soñado, o de paisano, pero ataviado con el clavel en la solapa. Así es el destino. O así, es como los hilos se han entreverado.
¡Viva El Pana!
Sí, El Pana vive. ¡Y vivirá! Y creo, o quiero creer que Rodolfo, por ahora, quiere vivir. Rodolfo Rodríguez El Pana, ese humilde torerillo, nos seguirá dando lecciones de vida; y “en pie”. Nosotros seguiremos aprendiendo de él, y ovacionaremos a aquellos que estén a la altura.
*Foto: Muriel Feiner
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