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El octavo festejo del serial taurino 2016 fue celebrado ante poco más de media entrada. Se lidiaron tres anovillados De Santiago, dos sin transmisión y el tercero noble al que le dieron arrastre lento. La otra mitad la completaron los de Fernando de la Mora, dos anovillados y bien presentado el cuarto; de juego desigual. Se lidió también uno de regalo procedente de San Isidro, anovillado y de juego regular.
Ignacio Garibay: silencio y dos orejas.
José María Manzanares: leves palmas y división de opiniones.
Fermín Espinosa Armillita IV: oreja con protestas, pitos y división de opiniones en el de regalo.
Foto: Monumental de Aguascalientes El ole, con acento o sin, alargado o no, es una respuesta natural, no premeditada que sale de la garganta cuando se da el toreo. Ayer la garganta volvió a decir esa palabra, me salió cuando Ignacio Garibay recibió a Garboso -número 13 con 532 kilos- por verónicas, decidido continuó y con chicuelinas lo dejó a merced del picador. El de Fernando de la Mora tuvo la cualidad de durar hasta el último tercio y ahí mi garganta, mi afición y las de otros, recuperó la fe; Garibay comenzó bajando la mano con gusto, lo más sabroso fueron los naturales, disfrutamos y sentimos el goce del temple, de la verdad hermanada al oficio. También hubo derechazos y dosantinas sin trampa, la estocada fue defectuosa pero de efecto inmediato y el juez concedió las orejas, una muy sobrada, pero qué se le va a hacer, así es don Ignacio Rivera de sobrado y generoso, además se han dado retazos por muchísimo menos de lo que ayer logró el primer espada.
José María Manzanares tuvo voluntad de esa que no se percibe, tan medida como los novillos a los que hizo frente. Un mero trámite su comparecencia en la Monumental.
Y para no faltar a la costumbre, Fermín Espinosa Armillita IV perdido con todo lo que le sale por toriles; desaprovechó lo poquito del tercero de la tarde, un animal con recorrido y que metía bien la cabeza -sin ser de escándalo-, Fermín le sacó de su muleta con el poder del pico, lo mejor fue la estocada y el juez cedió una oreja, misma que luego protestaron en los tendidos. Mucho peor estuvo con el cierraplaza y el regalo.
Como esto esto es un remedo de fiesta, el encierro parchado; para no variar con cara de todo menos de toro. Al serial se le acaban los festejos y no aparecen encierros, lo bueno es que no se nos acaban las ganas, la afición y la esperanza.
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