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Vivir sin leer es peligroso, obliga a conformarse con la vida, y uno puede sentir la tentación de correr riesgos. Michel Houellebecq
Almudena Grandes es una narradora excepcional. Forma parte de mis escritores favoritos desde hace poco más de dos años, sus novelas me han acercado a conocer esa España que tanto he soñado y que puedo besar mientras leo; no sé si superara la prueba del tiempo y cuando sea mayor siga buscando con avidez comprar sus libros para devorarlos enseguida, de lo que si estoy cierta es que le estaré agradecida por construirme España y sobre todo por aquel párrafo donde describe de manera magistral cómo convergen la inteligencia y los sentidos:
Aquella tarde significó mucho para mí, más que la confirmación de un presentimiento, más que la iniciación en un misterio al mismo tiempo oscuro y luminoso, más que la bienvenida a un mundo que hasta entonces me había esforzado en vano por descifrar mirando a través del ojo de una cerradura. Aquella tarde aprendí que yo también tenía un don, un tesoro pequeño, inmerecido y autónomo, la capacidad e gozar, de brincar de gozo con el alma pendiente del vuelo de un capote, una inteligencia instintiva para entender lo incomprensible y un pozo de emoción cuya profundidad ni siquiera yo misma sospechaba. Ignoraba el ritual, la liturgia sofisticada, compleja, del orden y los símbolos, pero eso no importaba. Miraba la ruedo con los ojos muy abiertos y lo que sucedía sobre el albero entraba en mí, como si yo solamente hubiera vivido hasta entonces para recibirlo.
Lo anterior me lo encontré en el cuento Tabaco y negro, este a su vez está en el libro Estaciones de paso; es una historia que más haya de tratarse de un sastre de toreros y de cómo su nieta se vuelve aficionada a los toros, va sobre el oficio, sobre cómo la vocación repercute en este.
 . Conforme transcurre la narración confirmamos que el amor y el gusto por algo transpiran por nuestros sentidos y convertimos lo cotidiano en algo mucho mejor; la interacción con otras personas permite dar cuenta de ello, algunos lo perciben, otros pocos lo expresan, sin embargo hay quienes ni siquiera logran lo primero, Almudena hace decir a uno de los personajes del cuento:
Ver no es lo mismo que mirar, y al mirar, no todas las personas ven lo mismo… Como escuchar no es lo mismo que entender. Hay quien no sabe escuchar, y quien, aun sabiendo, no entiende una palabra de lo que escucha.
Ya se ve que la madrileña tiene duende, oficio y por si fuera poco es una taurina de bandera. Da gusto que personas con su capacidad estén ancladas a tauro, que podamos dar traguitos de arte a través de sus letras, que se pueda tener en casa un pedacito de Picasso o un sorbito de la Chiclanera.
De los que tienen la capacidad de leer el universo con más claridad es de quienes tenemos que echar mano para no conformarnos con la vida, por eso hay quienes aun sabiendo leer no asimilan lo que tienen enfrente.
Ojalá que este Sant Jordi reciban diez libros por cada rosa y un toro bravo por cada libro leído.
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