Con casi lleno se han lidiado toros de Adolfo Martín, bien presentados, blandos, de juego desigual.

Rafaelillo: Silencio y oreja tras aviso

Manuel Escribano: Silencio tras aviso y ovacion

Paco Ureña: Oreja y silencio tras aviso.

Rafaelillo paseó un trofeo, como Ureña, lleno de matices reivindicativos

El público que casi ha llenado el coso de la calle Xátiva ha abandonado la plaza con una sensibilidad especial. Tras la multitudinaria manifestación, previa al festejo, ha podido presenciar una corrida interesante de Adolfo Martín, encaste que nada tiene que ver con lo que torean las figuras al uso, sino que suele ofrecer, como hoy ha sido, serias complicaciones durante su lidia, lo que no permite el aburrimiento en las gradas. No han regalado nada los Adolfos pero sí que han eixigído tener delante suyo toreros machos, gladiadores que estarán en un segundo plano en el número de festejos a final de temporada pero que tienen reservado el poder quedar en la memoria del buen aficionado.

Rafaelillo tiene enamorada a la buena gente de estas tierras, merecido lo tiene, hoy ha cortado una oreja a su segundo, se le ha pedido el doble trofeo pero el Usía con buen criterio no lo ha concedido. Su paisano Paco Ureña ha vuelto a demostrar sus buenas maneras y oficio, tocando pelo ante el tercero de la tarde. El sevillano Manuel Escribano ha dado una lección de disposición.
Al finalizar el paseíllo la terna ha tenido que salir al tercio a recibir una atronadora ovación mientras que los tendidos gritaban ¡Libertad, Libertad!, palabra poco valorada por algunas formaciones políticas que suelen llevarla por bandera. Los taurinos exigimos respeto. Que tomen nota quien corresponda.

Entrando en materia decir que el primero de la tarde ha sido un toro aplaudido de salida por su trapío pero ha blandeado en exceso, rayando la invalidez. Sus embestidas adormecidas y la pérdida de manos contínua ha sido desesperante para su matador, Rafaelillo.

Rafaelillo no ha parado hasta arrancarle la oreja al de Adolfo Martín

No obstante ha podido quitarse la espina en el cuarto, que tras un vibrante saludo por verónicas rodilla en tierra provoca que las palmas echen humo. Ante la caballería ha sido el astado que mejor se ha empleado, siendo ovacionado el varilarguero. La diana floreada previa al brindis al público ha sido una premonición de que algo grande iba a suceder.

Y es que Rafaelillo no ha querido dejar nada en el tintero. Madroño, marcado a fuego con el numero 72 cárdeno de pelaje y de 535 kg de peso, ha tenido buenos inicios pero poco recorrido, quedándose continuamente debajo y con intenciones malignas. El pequeño Rafaelillo no estaba dispuesto a perder la pelea y ha tirado de épica, insistiendo por ambos pitones, aguantando parones, miradas, gañafones, robándole muletazos, uno a uno, palmo a palmo, permitiéndose hasta un par de desplantes de rodillas. Ha sido un duelo cara a cara, y Rafaelillo, pequeño gran hombre, no ha cedido ni un centímetro de su terreno, de su orgullo, con algunos naturales de esos que los olés salen de las entrañas, cruzándose al pitón contrario.

La obra no merecía finalizar de otra manera que de una buena estocada y Rafaelillo se ha volcado en el morrillo del cuatreño, entrando el acero a cámara lenta pero de forma rotunda y eficaz.  El Presidente no ha concedido el segundo trofeo pero ha cantado la gallina haciendo sonar un aviso mientras doblaba el toro, que falta de sensibilidad, mientras la plaza rugía un señor estaba mirando el reloj. Una pena.

La vuelta al ruedo va a ser de las que se recordarán mucho tiempo por estos lares, aquí unas flores, aquí unos pañuelos, un mantón o vítores de unos tendidos que han sabido valorar lo que es jugarse la femoral ante un toro con problemas. Ya avanzará la semana para que esos mismos asientos los ocupen otros que prefieren otro tipo de tauromaquia. Todo tiene cabida en esta religión.

Paco Ureña con la diestra

Paco Ureña ha saludado en primer lugar a un toro que ha salido con mucho brío. Faena fundamentada en los toques pronunciados, muletazos de trazo largo y limpieza, pasándose los pitones muy cerca de la taleguilla. Tiene este torero una virtud, el no precipitarse sino administrar en su justa medida los tiempos, la buena colocación y el torear para uno mismo, que no es poco.
Ha sufrido una cogida espeluznante de la cual ha salido milagrosamente sin ser herido, sin consecuencias, la paliza de libro, pasando a la enfermería tras recoger y pasear un trofeo obtenido a ley tras ejecutar una estocada trasera y tendida.

El sexto ha sido un mulo de 609 kg que no le ha permitido nada positivo, aunque el de Lorca ha insistido una y otra vez sin resultado. Brutote y fuera de tipo, el Adolfo ha sido poco colaborador.

Manuel Escribano ha hecho de todo, no dudando en irse a portagayola

Manuel Escribano es uno de esos toreros que no engaña a nadie, lo intenta de una u otra manera, pero es transparente, gustará más o menos pero es un tío integro. Hoy no ha estado demasiado afortunado con los rehiletes, quizás debería plantearse si le favorece o no realizar la suerte, pero sale a la plaza totalmente entregado a su profesión.

Ha manejado muy bien el capote en ambos toros, a su primero por verónicas ajustadas saliéndose hasta la boca de riego rematando con media primorosa.

Inicia su faena de muleta con suavidad de muñecas, sin dejarse tocar el engaño, aguantando parones y miraditas del toro, echándole la bamba de la muleta al hocico y ligando las series. El Adolfo ha ido de más a menos, perdiendo el de Gerena el trofeo por el mal uso de la espada.

Al quinto lo ha esperado a portagayola, no era menos tras el éxito de Rafaelillo, demostrando raza para no dejarse ganar la pelea por el compañero. Larga cambiada y otra pegada a tablas junto a un ramillete de verónicas finalizando con una media gustosa. El encuentro con el del castoreño de análisis sanitario, justito.

Le baja mucho la mano Escribano al toro con las zapatillas muy asentadas, pero el toro repone y acaba apagándose pronto. Insiste Escribano sin concesiones a la galería, faena sólida y para aficionados, pasaportando con una media a su antagonista.
¡Libertad, Libertad!, que palabra tan bonita, pero tan prostituida.