En una tarde soleada la Plaza de Toros Nuevo Progreso registró poco más media entrada para el 3º festejo del 2016. Fueron lidiados tres astados de San Miguel de Mimiahuapam y tres de Begoña. Bien armados, un tanto escurridos de carnes. Disparejos en juego con diversos matices.

Diego Urdiales: leve división de opiniones y pitos

Fermín Rivera: al tercio y una oreja

Joselito Adame: silencio y pitos.

.

Antes de romperse el paseíllo se rindió un minuto de aplausos a la memoria del ganadero Don José Julián Llaguno, acaecido el pasado viernes.

Expectación había. La afición de Guadalajara tenía aún en la cabeza la corrida del domingo pasado; un encierro muy bien presentado y bravo, y también, el desempeño de al menos dos de los alternantes. Desde la semana pasada nos lo compartían. Hoy al llegar a la plaza, aún se hablaba de ello.

Y el cartel de hoy renovaba interés, esta vez, quizá había algo más fuerza en los alternantes que en el hierro. En México, había que ver a Diego Urdiales con el toro de Guadalajara. Fermín Rivera –por la vía de la sustitución-, es un torero que interesa al aficionado y Joselito Adame, hoy por hoy, la cabeza del escalafón resultaba el atractivo que acercaría a los tendidos también, al público de ocasión. Por su parte, los hierros de la familia Bailleres, son de los considerados como garantía dentro de la cabaña brava mexicana.

Al final, no todo salió como se deseaba. El encierro compuesto por los ejemplares hermanos de San Miguel de Mimiahuapam y Begoña brindó matices interesantes, que no fueron más hacia las cualidades que más gustan a los toreros, sino a las complicaciones. El toro más hecho, y por tanto mejor presentado, fue el abre plaza. El resto fueron toros con edad, bien armados, pero ya no lo parejos en remate que se esperaba. Quien cosechó el mejor resultado, no solo por la salida al tercio y la oreja cortada, fue Fermín Rivera, mientras que Urdiales y Adame tuvieron una actuación desconcertante.

El torero potosino brindó una tarde con mucha solidez. Fermín va in-creciendo. Hay trabajo en esos detalles que se le han apuntado en relación a “la falta de conexión”. Nunca ha sido un tema de integrar la bisutería o voltear más hacia el tendido. Es algo que oscila entre el poder fluir, arrebatarse y volcarse –más o menos. Que Fermín siente el toreo, sin duda, pero de una forma que quizá no sea tan sencilla de comprender. Y hoy Fermín tuvo ese algo más. Ese algo más que también va fluyendo al estar toreando, de la seguridad que se adquiere al estar delante y quizá hasta como resultado de que los temas de escritorio parecen caminar algo mejor.

Prontito se confió y lanceó al quinto. El animal de Begoña muy medido de casta, apuntó algo de clase y calidad. Las cualidades las supo aprovechar Fermín. El inicio de la faena de muleta fue señero. Con dos pases por alto, bien plantado para luego caminarle intercalar los de trinchera con los de la firma y rematar en los medios con un pase de pecho. Tuvo que consentir al astado que perdía las manos continuamente y era bastante reservón. El mejor lado fue el derecho; aún así, las series por ambos lados tuvieron el sello de llevar bien toreado al animal, con sobriedad. Hubo una tanda por la diestra que inició con la vitolina, en la que el toreo fue hondo, reposado, y al mismo tiempo, con ese punto de arrebato que no era fácil verle. Una trasteo bien construido que culminó con manoletinas sin alardes ni fantasía. El espadazo quedó un tantito trasero y tendido, suficiente para que el burel doblara pronto. La petición fue unánime, y así, Fermín Rivera paseó una oreja de esas que revisten la importancia y valor de lo que este torero ha hecho.

El primero de su lote, tuvo mucho menor fondo además de ser muy deslucido. El quéhacer de Fermín tuvo el sello de la casa. Ir haciendo a favor de obra, pensando y estructurando con tiempos y sitio para irse haciendo de la faena. Las series por ambos lados fueron eslabonándose hasta que el de San Miguel de Mimiahuapam se acabó. La salida al tercio fue con fuerza.

.

Decíamos líneas arriba que las actuaciones que brindaron Urdiales y Adame nos dejaron desconcertados.

El de Arnedo, tuvo en primer turno un animal que desde el recibo con la capa se vencía por ambos pitones. Desde esos primeros lances, nunca vimos que Urdiales pudiera confiarse. Ese de Begoña miraba, parecía quedarse, y en efecto, buscaba colarse. La vacilación parecía cimentadas en no saber si el astado terminaría pasando, despacito, soseando y sin mala intención, o acostumbrado a otro tipo de comportamientos, le echaría mano en cuanto se diera un poco de coba. Las dudas que llegaron hasta a una espantada. no gustaron nada al tendido.

.

Con el cuarto no fue nada mejor, por el contrario. El animal hizo unas cosas en los dos primeros tercios, pero una vez que el torero español tomó la muleta hizo otras. Urdiales lo brindó a la concurrencia y… abrevió. De nuevo las dudas, más allá de la cara del toro. Una colada, otra y parecía pedir guía en el callejón. Queremos pensar que trataba de asegurar que pudiera contar con el turno emergente del toro de regalo. Quizá esa fue la señal y en menos de tres minutos se fue por la espada. Al final, el obsequio parece que no se autorizó desde el palco de ganaderos que son también los empresario y los apoderados.

.

La cosa fue muy similar con Adame. El sexto tenía movilidad, voluntad, pero no esa docilidad, clase, y ritmo que ahora gusta tanto. Mal estilo tuvo el cierra plaza y hasta se le coló. Parecía, pero solo parecía, que el hidrocálido lo estaba intentado, sin embargo no se percibía ese empeño que muchas otras tardes le hemos visto. Se apreciaba, más bien querer también echar mano del socorrido regalo. Tampoco fue.

.

Con el tercero todo fue muy light. El animal, medido de todo acabó por buscar constantemente las tablas. Sin embargo Adame tampoco terminó por exigirle ni exigirse. Si, se rajó y ya. Joselito lo pasó más que llevarlo bien toreado aún cuando tenía gas y una vez que se le acabó ni siquiera llegó a fundirlo y así imponerse sin duda alguna.

.

Adame y Urdiales fueron despedidos de la plaza con pitos. Rivera, que no había sido considerado en el elenco, con una ovación unánime.

Para ser aficionados, cual enamorados, llegamos a las plazas de toros, tarde a tarde convocados por la ilusión, con la esperanza de llenarnos de vida, de sentir, de emocionarnos, pero la mismo tiempo consientes y dispuestos a que nos rompan el corazón. Hoy ha sido un poco así.

*Fotos: Luis Humberto Luján