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Sin llegar a la media plaza de aforo y ganado de Vistahermosa, desigual de presentación y con un único toro que mereció llamarse toro, el resto complicados, alguno escaso de presentación; corrida infinitamente inferior a presentada el primer día; se llevó a cabo la segunda y última, del ciclo de la feria Nuestra Señora de la Merced.
Guillermo Albán: fuertes palmas y oreja
Morenito de Aranda: palmas y oreja
Daniel Luque: silencio y oreja.
El primero del lote de Guillermo Albán, fue “Geniecillo” de 460 kilos un toro escaso de presencia, casi veleto que, de inicio dio esperanzas al entrar derrotando en tablas y con gran tranco. Luego se mostró reservón, sin entregarse en los trastos.
Con el capote apenas si se vio un par de verónicas de buena factura, luego; Albán llevó el toro al caballo por chicuelinas al paso dejándolo lejos. Recibió una buena vara empleándose en el peto pero; sin humillar. Lo probó con hasta seis gaoneras.
El toro se dolió en banderillas. Y la faena dio inicio para descubrir un toro poco franco en su embestir, arreones más que arrancadas, cortando el viaje en el segundo muletazo; lo que quitó ligazón al primer tramo de la faena. La sosería del toro quitó emoción a la faena.
A la tercera tanda pareció entregarse en la muleta de Guillermo pero, al pasar a naturales, la faena regresó a su sosería inicial, volvió a la mano derecha pero, para ese momento el toro estaba rajado, defendiéndose y la faena se diluyó. Tras hasta cuatro manoletinas, se volcó sobre el morrillo cobrando lo que pareció una soberbia estocada pero, luego se pudo ver que llevaba el estoque en la mano. El toro se desplomaba poco después.
Las palmas para Albán fueron de menos a más.
El segundo de su lote fue el único toro que saltó en la tarde, sin tener un peso excesivo fue un toro negro listón, armonioso de formas, amorrillado, bien presentado de pitones que entró con tranco, entregándose desde las primeras verónicas con recorrido franco, lo que permitió un bonito ramillete de verónicas.
En varas fue bravo, metió riñón y se durmió en el peto. Lo probó con hasta tres chicuelinas muy ceñidas, rematándolas con el capote a una sola mano.
De hinojos Albán con la diestra Inició la faena con ambas rodillas en tierra dándole hasta siete muletazos; el público se volcó inmediatamente en la faena. El toro tenía una embestida franca, con tranco, fue noble y repetidor; siempre fijo en los engaños.
Por naturales el toro tuvo menos recorrido pero siempre, siguió con nobleza la muleta templada y baja que le presentó Albán.
Gradualmente la faena fue centrándose casi en el tercio. El toro era infatigable y Guillermo toreó a gusto, confiado, con las plantas firmes en la arena y gustándose ante el gran toro que tenía en frente. Una vez más los pañuelos blancos comenzaron a levantarse en el tendido y ras una nueva tanda de rodillas y hasta cinco circulares la plaza comenzó a pedir el indulto.
La Autoridad se mantuvo en su negativa y no lo concedió por lo que Albán tuvo que entrar a matar logrando un pinchazo hondo y necesitando de tres golpes de descabello para terminar su faena.
La autoridad concedió la oreja del público y fue una oreja justamente ganada por una faena estructurada, ligada, con la muleta besando la arena.
Guillermo Albán con su trofeo El toro recibió una muy merecida vuelta al ruedo y Albán paseó su oreja con el público volcado con él.
Morenito de Aranda enfrentó en primer lugar a “Esmerado” de 481 kilos, castaño, listón, amorrillado; correlón y sin fijeza en el inicio.
Luego, se defendió siempre con las manos por delante complicando seriamente la labor capotera de Morenito. En varas se duerme en el peto, podría decirse que apenas cumple.
Tras brindar la faena al pintor ecuatoriano Oswaldo Viteri tomó los trastos con la mano derecha y dio una tanda de prueba que mostró que la faena tendría que realizarse a media altura porque, en cuanto le exigía un poco, el animal se desplomaba.
El animal presentó complicaciones, midiendo el viaje, mirando mucho; se necesitó de mucho coraje, de mucho mando y mucho temple para embarcarlo en el engaño sin embargo, el de Aranda, no se aburrió. Lo intentó todo, por los dos pitones logrando el interés del público a pesar del poco lucimiento que podía tener con un toro de esas características.
Tras un pinchazo y un estocadón hasta la empuñadura, saludó desde el tercio y recibió el cariñoso aplauso del público.
El segundo del lote de Morenito de Aranda no fue mejor que su primero. Otro toro complicado, con una embestida incierta, con las manos siempre por delante, defendiéndose lo que complicó el accionar capotero.
En varas recibió una vara justa.
Tras brindar al público recibió al toro sentado en el estribo, luego ya en pié le dio un molinete y un pase de pecho.
Morenito de Aranda deleitándose con su toreo por bajo Prácticamente fue todo lo que pudo verse del toro. A partir de ese momento fue una lucha titánica entre la voluntad inquebrantable del torero y los malos modos del toro.
La faena no tuvo ligazón, no podía tenerla con el toro que le tocó en suerte pero; logró muletazos muy largos, profundos, con la muleta muy baja, la cintura quebrada, la quijada hundida en el pecho.
Poco a poco la faena se volvió una sucesión de muletazos aislados. El toro tomaba el primero y cortaba el viaje, se quedaba en la cintura para el segundo.
El constante calamocheo debió de ser muy incómodo para el torero que, sin embargo logró meter al público en su faena a fuerza de temple, voluntad y un coraje encomiable.
Tras un pinchazo, una estocada ligeramente desprendida y un certero golpe de descabello dio fin a último toro de su lote.
Una vez más, la autoridad concedió una oreja.
Con su trofeo el de Aranda Daniel Luque no tuvo suerte en el sorteo, le tocó sin duda el peor lote de una tarde que tuvo únicamente, un gran toro.
El primero de Daniel Luque fue “Marginado” de 481 kilos, un toro impresentable; el pitón derecho no estaba afeitado, ¡estaba evidentemente despuntado!.
Entró suelto, sin fijarse en los capotes, correlón. No permitió toreo de capote porque salía suelto.
Apenas si cumple en varas, causando un tumbo que electrizó al público.
Ya en la muleta fue imposible; tardo, rebrincado, dando tornillazos, saliendo suelto del muletazo.
Por naturales el comportamiento fue el mismo, aunque a fuerza de aguantar y tragar; logró una buena tanda.
Apenas si se logró ver algún muletazo de buen trazo de manera aislada. Al final de la faena, cuando Luque llevaba ya el estoque de verdad, logró la única buena tanda ligada por derecha.
Tras una estocada ligeramente desprendida da fin a una faena de pundonor y valentía, toreando lo intoreable.
El puntillero no logra su cometido, es el propio Luque quién le indica qué y cómo hacer su trabajo. ¡Lamentable!.
El sexto de la tarde, último de Luque y de la feria, fue otro “Geniecillo” de 480 kilos, un castaño listón ojo de perdiz, amorrillado de bonita presencia.
Su comportamiento fue muy similar al del tercero de la tarde, de embestida incierta, calamocheando, defendiéndose en todo momento; con las manos siempre por delante.
En varas apenas si cumple. Cabe anotar que Hernán Tapia estuvo mal con este toro, barrenando y sordo a los requerimientos del matador, lamentable actuación de un picador con su trayectoria y años de experiencia.
Brinda al público a pesar de la molestia que evidenciaba su rostro. Al toro le costó fijarse en los engaños, salía siempre suelto de los trastos; avanto y correlón aún después de banderillas.
Daniel Luque en un recorte Si tomaba la muleta era para cortar en seco el viaje y quedarse bajo el torero, si Luque lograba llevarlo hasta el final del muletazo, salía despedido hacia tablas.
Un bicho que por no tener, no tuvo ni siquiera malas ideas. Un manso de libro que no se prestó para absolutamente nada.
También Daniel Luque recibió la oreja del público.
Con respecto al paso de este torero por la feria ambateña, solo podemos anotar que Luque, se fue inédito de la plaza Nuestra Señora de la Merced.
No queremos cerrar esta crónica sin felicitar el acierto de colocar en el palco de la autoridad a un jovencísimo juez de plaza que supo ser AUTORIDAD, negando indultos inmerecidos, premiando con justicia las faenas y apegado a la ordenanza, dando siempre las orejas del público.
Álvaro Sevilla con lo acertado de su actuación en el palco ambateño le dio a la Feria Nuestra Señora de la Merced el peso de feria de primera categoría. Premió con justicia, supo mantener el tipo ante una plaza enardecida por las grandes faenas de Roca Rey y Guillermo Albán, juzgando con cabalidad a los toros al margen de la gran lidia que recibieron.
Fue reconfortante encontrarse con un conocedor en el palco, un hombre muy joven pero con mucho conocimiento taurino y con los pantalones para mantenerse en sus decisiones. Fue un acierto que merece las más sinceras felicitaciones.
Fotos: Alberto Suárez
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