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El cárdeno berrendo en negro, que salió en cuarto lugar de la corrida de Ana Romero era más singular que bello, como, por lo demás, son las corridas de Valdemorillo. Inicio de la temporada, convocatoria de muchos aficionados, paseo de fin de semana invernal, contaban este año con dos corridas de toros, que supusieron una sorpresa de ganaderías y un muestrario interesante de toreros noveles.
 Paulita, a hombros, fue el triunfador La siempre esperada corrida de Ana Romero, decepcionó a la parroquia, aunque mantuvo el interés de la casta y levantó los pies del suelo a los tres matadores, mientras que la ganadería de Monte La Ermita, cajón de sastre ganadero de la familia Chopera, rehecha por José Antonio San Román con toros de Carmen Segovia, echó una corrida bien rematada de carnes, cuyos cuatro últimos fueron bravos, nobles e interesantes a lo que se añadió la espectacular encornadura del que cerró plaza.
El balance de la actuación de los jóvenes toreros fue positivo para Martín Escudero y Francisco José Espada, firmes con la muleta y un desastre con la espada. Bullidor Borja Jiménez y demasiado movido Lama de Góngora quien tantas esperanzas hizo concebir a muchos sevillanos cuando se presentó de becerrista. Víctor Barrio quien lleva varias temporadas intentando sacar la cabeza, intentó sus faenas llenas de verticalidad con poca fe y el veterano Paulita salió por la puerta grande con su toreo fino de trazo y justo de decisión.
Media entrada en los tendidos y llenazo en el callejón, que cualquier día va a dar problemas de accidentes. Algunos toros con los pitones arreglados. Aficionados de Madrid y Segovia, vecinos de Valdemorillo. Fea plaza, espantosa orquesta, buen ambiente, son las señas de identidad de una feria que nos abre el camino de la temporada, nos quita el gusanillo del largo invierno y nos hace concebir esperanzas de que la tauromaquia encuentre su sitio en la sociedad actual, lejos de las asechanzas y amenazas de los beligerantes detractores.
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