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31/01/2016
  (Temporada Grande-México) La Crónica del Festejo: El lleno, Tomás: la bronca, Adame muy forzada salida en hombros
 
Firma: Nadlleli Bastida
 
     
 

La Ficha del Festejo.

Liquidar con el viejo adagio sería completamente injusto y fatuo. Que hubo desencanto, sí. Que puede sentirse hasta rabia, también. Pero la decepción de hoy, no es porque no ha sido simplemente una mala tarde.

¡Qué ilusión nos hacía volver a ver nuestra plaza llena! De la nostalgia, de tener que echar mano de los recuerdos, a la certeza; y hasta la esperanza de que la repercusión de un entradón, apuntalaría en torno al fortalecimiento de la fiesta. Era un lleno en cantidad, era un lleno que conjuntaba al mundo taurino, era un lleno que integraba más allá de la fiesta, un lleno de mucho. La paradoja es que José Tomás es el convocante, el que puede, pero al mismo tiempo, no quiere –asume- esa responsabilidad.

Ahí estaba. Había llegado el día. Hasta los indeseables aceptaron que se trataba de un día grande. Desde días previos y poco a poco, la afición de todos los rincones de nuestro país y de otros, llegaban a la Ciudad de México. Hoy desde las 8:00 de la mañana, nuestra plaza vivía un día de toros. El frente de la entrada principal, aquella que corona el encierro y el acceso posterior, a la altura del reloj, tuvieron que ser blindados. Qué triste tener que proteger así nuestro patrimonio cultural, pero más valía prevenir. Había mucho que hacían diferente este domingo a muchos otros; desde los logísticos, de seguridad pública, las filas, el entrar temprano al tendido, hasta el olé tras las primeras notas del Cielo Andaluz; estentóreo, vivo, desde el pecho, pleno.

Había euforia. Muchos ¡Viva Aguascalientes! desde los tendidos generales. Pero una vez que salió el primero de la tarde, las voces callaron. Con el paso de la tarde, se fue aligerando ese silencio. Sin embargo, no faltaron aquellos rasgos propios de nuestra identidad. Los gritos de las porras, la de Sol, la de Alcohol, las de Las Alturas, sonoros, mucho más que siempre. Las ocurrencias de uno u otro.


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La tarde terminó con una salida en hombros un tanto forzada por la necesidad de reciprocidad. La tarde fue avanzando sin triunfos y la presentación del 5º parecía hundir el festejo. Que si la tarde hubiese ido en ascenso no se habría protestado el último de Fernando de la Mora, tal vez, o seguramente. Pero lo cierto es que José Tomás debió venir a La México con un encierro impecablemente presentado, y no hay argumento o sentimiento alguno que pudiera avalar algo contrario.

José Tomás. Sí. Él. Tendría que volver a esta Monumental honrando todo. El esfuerzo de todos, incluyendo el propio, y para ello es imprescindible escoger un encierro más que digno de todos: del país -aunque la fiesta no es de nacionalidades-, de la Plaza que le dio la alternativa, de título de matador de toros y de la responsabilidad que conlleva ser –quiera o no- la figura mundial en la actualidad; el torero del más de millón de dólares. Nada menos bastaba. Tampoco nada más que impecable. Pero no. Elige, como todos, como absolutamente todos, la comodidad, la falta de y al pundonor, ignorar la obligación de correspondencia. Lejos quedó aquel torero que quería romper con los vicios del sistema. Años después, es él, el sistema, con los mismos excesos y malversaciones.

El enfado no ha sido solo por el devenir no esperado, sino un auténtico reclamo. ¿Será que José Tomás pueda y/o quiera ser sensible al aficionado? ¿Intentará por ejemplo, imaginar que ese aficionado sentado en la fila 17 del 2º tendido que el pasado 2 de noviembre pasó una mañana de estrés frente a la computadora, pidiendo a toda la corte celestial que pudiera conseguir una o dos entradas? ¿O quizá a uno de la fila 10, también de 2º tendido que pagó 1,000 o 10,000 veces el valor del boleto? Todo el gran, gran, esfuerzo que conlleva llegar ahí. Ahorros, ordenar la vida cotidiana para viajar, ilusión. La respuesta para cuarenta y tantos mil es un encierro que no llega a ser más que una novillada, incluyendo impresentables, descastados e inválidos.

Esto es lo que le duele al aficionado, no al ocasional que aún propietario de un derecho de apartado, solo se para en la plaza tres veces al año. Esto es de lo que está adoleciendo la fiesta. La calidad de héroes de los toreros se va desvaneciendo, porque la calidad y cualidad de bravo, de imponente que deben tener los toros, se va anulando. Tras de este petardo en toda regla de Tomás hacia la fiesta nos queda mucho más que condenarlo. Nos queda reflexionar si la mitificación no es el camino, sino poner más atención en los que parecen no hacen tanto ruido pero llevan mucho tiempo apuntando con formalidad. A la fiesta no la salvará un mesías, tampoco lo necesita en realidad. La preservación de la fiesta está en el día a día, en el que todos nos la tomemos con compromiso de verdaderos aficionados.

Se decía que el blando juez de plaza Jesús Morales había advertido que a ese –el entorilado como 5º-, lo protestarían y por tanto advirtió que si así sucediera, lo devolvería. Así ocurrió. Y cabe decir que no era mucho menos que el resto; quizá demasiado escurrido, muy estrecho de sienes y algo más cariavacado. La protesta fue sonora y dura. Gente con el boleto en la mano, gritando Ratero. Apenas lo lanceaba el madrileño, con cierto apuro, pero con cadencia y Morales lo echó para atrás.

El remedio fue remedo. El 5º bis fue peor. Menos armado y más destartalado. Las protestas no fueron del todo unánimes ni alcanzaron demasiada fuerza. El de Xajay se quedó en el ruedo. Un piquete que dudosamente le partió el pelo fue la fundamental suerte de varas. Las querellas no acallaron, menos en cantidad, pero constantes, no dejaron que José Tomás hiciese nada más. Aquello fue unos cuantos muletazos y a matar. De regreso al burladero, la bronca sí tomó fuerza.


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No pudieron faltar los bandazos del juez de plaza que no otorgó más orejas porque no pudo. Que tras la muerte del primero aparecieron algunos, al-gu-nos, pañuelos blancos sí, pero tan pocos que la concesión del trofeo terminó en una desaprobación entre mayoritaria y unánime.

El primero fue de Los Encinos, muy justito de presentación, más bien anovillado y tocado con mucho acento del pitón izquierdo. Parado, muy descastado y completamente débil. Los lances fueron jaleados más por la necesidad de ver maravillas pronto que por su real contenido. El animal someramente cumplió en varas. A la faena de muleta llegó parado y decidido a no caminar. Ello no obstó, por supuesto, para que José Tomás abortara. Todo lo contrario. Expuso. Insistió. No solo muy metido entre los pitones, sino intentando torear. No se alcanzó el temple y la ligazón. Hubo muchos enganchones, así como ese convencimiento de que el cuerpo es solo el medio. Dos volteretas le costaron. En ambas, lo peligroso fue con el hombre ya en la arena. De haber sido un animal con un poco más de casta y celo, otra cosa podríamos estar contando. Fue un trasteo macizo pero no fácil de aquilatar.

El toreo de ensueño lo alcanzó en una serie por naturales y un par de derechazos al tercero. Un cárdeno claro, muy compactito y falto de remate de Fernando de la Mora. Medido de casta, fondo y calidad. En el recibo fueron más limpias las verónicas por el pitón derecho. Por ello, llegado el último tercio inició por ese lado, caminándole de las tablas a los medios.  Probó más adelante por la izquierda y fue cuando llegó aquella tanda. Enseguida, en medio de una serie con la diestra, hubo un par, profundos como el que más. El animal no pudo más José Tomás intentó alternándole los lados pero eso condujo a que el animal se refugiara definitivamente en las tablas. Ahí le insistió, otra vez metido en su terreno, no sin algún otro achuchón menor.


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Un mano a mano sin quitar en el toro del alternante. Si ‘tan solo’ fuera reglamentario el segundo puyazo, mucho cambiaría.

El mejor ejemplar, por comportamiento, fue le segundo. Anovillado, alto, sin remate, discreto de cuerna. El fondo fue su mayor virtud, porque no podemos hablar de bravo sin haber peleado en el caballo. Adame, estaba puesto ahí. Dispuesto, intentó un quite por chicuelinas. En algún momento se embarulló y cayó a la arena sin consecuencias. De nuevo en pie, remató con otra más, una tafallera y la revolera.

La faena de muleta tuvo calado en la gran masa. No podemos negar que el hidrocálido estaba entregado, intentando hacerse de todo; del de Fernando de la Mora, del público, del mano a mano y de poner su nombre en todos los rincones del mundo. Faltó reposo, faltó el remanso, faltó la virtud suprema del toreo. Era demasiada la prisa. Importaba más el resultado que mostrar a los ojos de todo el mundo taurino un toreo menos popular y más de verdad. Aún así,  podría haber cortado las orejas, pero el desempeño con los aceros le está jugando una mala racha. Malísima, con semejantes bajonazos.


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Con el cuarto anduvo errático en realidad. Volvimos a ver a un Adame demasiado, o del todo, preocupado por el efecto. ‘Jugó’ al arrimón, al falso arrimón, cuando constantemente él mismo, delante del toro, con otros procedimientos, dándole otra distancia, tirando un poquito del él, mostró que así había mejores opciones. Nuevamente fatal con la espada, como nuevamente, se quitó las zapatillas para tirarse a matar ¡Qué mal gusto y qué falta de respeto al vestido de luces y a la liturgia!

Tras la bronca del quinto turno, la banda de música intentó echar el ánimo arriba con la Pelea de Gallos. Así medio minuto después de los pitos a Tomás, la euforia con el Viva Aguascalientes’n estaba en pleno. Así es la masa.

Adame ligó todo ello con dos largas de rodillas a la vera de las tablas. Los lances con pie a tierra fueron jaleados sí o sí. Llevó al animal al caballo con chicuelinas al paso, así el público que aún mantenía el lleno, estaba de nuevo metido en el ruedo. Un trámite más la suerte de varas, y José Adame se iría a los medios para un quite. Cantadas estaban las zapopinas; esta vez sorprendentemente menos movidinas. Christian Sánchez y Héctor Rojas cubrieron con solvencia y lucimiento el tercio de banderillas. La noche estaba superando la cuesta arriba. El hidrocálido solo tenía que mantener. Así fue. Bastó una faena que no dejara caer el ánimo, sin importar el cómo. Entre trazos bien delineados, toreo de relumbrón y sin ajuste, falso arrimón, dosantinas y una estocada planteada como recibiendo pero resultó al encuentro, se daría el triunfo. Aquello no era para más de un premio, pero con Jesusito Morales en el palco, un milagro fue que no otorgara el rabo.


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José Tomás abandonó el ruedo con duros reproches. Adame con una forzada salida a hombros. Una tarde más o una tarde menos.

La pregunta, desde que Tomás ¿ha vuelto? siempre será ¿volverá? ¿Volverá a La México? ¿Volverá tras de esto? De Guadalajara, la última vez hará unos ocho años, salió así, pitado por los impresentables. Así han salido de aquí El Juli, Castella, Ponce, etcéteras: Toro chico, billete grande.


Nos queda, especialmente a los aficionados de esta plaza, a los de domingo a domingo, la imagen del lleno para recordarla otros años más. Esperemos, deseamos que sea pronto y no tener que esperar otros diez.

 
     
   
     
   
     

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