En una tarde en que el invierno es simbólico en la Ciudad de México, se llevó a cabo la decimoquinta corrida de la temporada, que registró una animada entrada, al llenar todo el numerado que armó un ambiente de fiesta dominical.

Los toreros partieron plaza con la solemnidad que su personalidad los define; para lidiar una corrida de Montecristo con trilogía de colores en su divisa: obispo, verde y oro; que no alcanzó a satisfacer en su totalidad a la afición necesitada de ver astados con buena presencia y sobre todo el matiz indispensable que es la bravura. Los tres diestros salieron al tercio para recibir tremenda ovación que les tocó palmas por alegrías por parte de la afición.

El maestro Eulalio López “Zotoluco” vestido de negro y oro, saludó a “Mil Programas” que era más bien “Mil Conductas” un picoso negro bragado, que banderilleó excelente Cristian Sánchez quien salió al tercio tras esta ejecución.  El astado anduvo muy suelto por la arena, buscaba otros escenarios y se mantuvo desinteresado de la muleta, por lo que Lalo, trató de retenerlo con mando; después de varios pases por derechazos mató con una estocada no bien colocada, y entre discretas palmas, se homenajeó al tercio.

Previamente a la salida del segundo de su lote, la banda de música deleitó con finas notas musicales “La Virgen de la Macarena”. En seguida enseñó la cara “Guantero” y Eulalio se vio empeñoso, hasta sacarle excelentes muletazos ambidiestros que remató con el de pecho, con ese estilo que lo caracteriza. Al finalizar dejó una estocada que llevo largos minutos para que doblara el cárdeno y escuchar variadas exclamaciones, palmas y dejar dudas.

.

Así como se alinearon recientemente los planetas, así fue la magia con la que toreó Julián López “El Juli”.  ¡Luz de estrellas y brillo de alamar! Desde su elegante terno azul marino, bordado con luz de luna. El diestro regaló una faena llena de creatividad  tanto con el capote con variados lances llenos de alegoría, hasta la muleta cargada de temple y arte que posee el madrileño. Tal fue el acoplamiento con “Malagueño” que fue un guapo berrendo y calcetero, que llegó por momentos a tal complicidad que ambos se fundieron  en una misma respiración, como una pareja enamorada. La plaza entera se integró a su íntima faena. Fue un instante único.
Sí, las orejas se ganan con la muleta y se cortan con el estoque; tras una estocada trasera y caída el juez de plaza Gilberto Ruíz Torres le negó el apéndice, a pesar de la fuerte petición mayoritaria de una plaza que derramó los olés por las calles del entorno.  Ante la rabia, la afición confundió la plaza con un estadio de fútbol por unos minutos, entonando exclamaciones, hacia el palco al que no le importó en lo más mínimo la opinión pública.

Julián haciendo énfasis al latino significado de su nombre: “El más fuerte” no se atormentó  Habiendo dado cátedra del buen torear, y con la sonrisa marcada dio la vuelta en una emotividad total que logró ganar de nuevo al público capitalino. Hay faenas que no necesitan de retazos de toro para ser sublimes, etéreas, llenas de espiritualidad.

Para su segundo de nombre “Picador” un toro-novillo protestado desde que puso una pezuña en la arena, fue solamente un trámite que se  llevó a cabo sin más.

.

La adrenalina colectiva que se derramó por el júbilo en el toro anterior era el ambiente que dejó puesto Julián. Mientras Joselito Adame vestía impecable de blanco y plata al igual que su quehacer artístico. Bien cubiertos los tercios del astado de Montecristo de nombre “Tlaxcalteca” Adame comenzó a torear por alto, para después hacerlo por naturales y remates de pecho. Los trazos eran regios, con mucha técnica, pero al burel le faltó más raza de su proveniente tierra de cielos azules y entre diestro y toro, no se logró el crisol que se esperaba. Su estocada fue defectuosa y tuvo que recurrir al verduguillo.

Joselito Adame enfrentó a “Vencedor” de capa negro girón, con el que se cerró plaza. Al salir, corrió al hilo de las tablas y aprovechó para pegarle un farol junto a las mismas. Más adelante hizo un quite por zapopinas muy aclamadas, que fueron entusiasmando más. Cuando cambió el tercio, Adame hizo volar la montera que cayó de cara a la noche, mientras un subalterno creo un momento chusco, al correr hacia ella y voltearla, lo que motivó un jaleo colectivo. ¡Esas supersticiones!

Joselito desplegó de hinojos doce seguidos pases, uno por mes, y es enero, todos de excelente magnitud y forma, mismos que incitaron la evocación de estruendosos olés; el toro iba al cite con gusto, por lo que fue construyendo poco a poco la faena con muy buenos y creativos muletazos. Mato recibiendo, y aunque tardada la entrega final, un fino puntillero que levanta muertos lo obligó a descabellar; el juez soltó una oreja misma que paseó mientras se escuchaba en las alturas “pelea de gallos”.

.

Fue una tarde en que se cuestiona la actitud del palco, casos surrealistas hemos visto. Pero así es la plaza, con su pellizco de ironías, por ello Julián López “El Juli prefiere alinearse con otras latitudes, más celestiales y derrochar arte, lo que algunos no saben, ni entienden gratificar.

*Fotos: Luis Humberto García 'Humbert'.