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Los dueños de La
Punta se prestaron al bochorno de bautizar a un toro con el nombre de Juezpen sin poner el grito en el cielo. Como
si no supieran que, al comprar algo tan importante, se hicieron responsables de
una historia y un prestigio que no les pertenece, pero que tienen que cuidar.
Es posible, como ellos dicen, que no sean responsables de la afrenta a la
autoridad, pero, de cualquier modo, no responder enérgicamente significa
aprobar el hecho. Significa que el recadito también viene de parte del ganadero.
Si la modificación se hizo desde el palco de la
autorregulación y el desprecio hacia la autoridad, mal están los veinte ganaderos
de La Punta si no denuncian directamente a los responsables de mancillar su
hierro. Si los vetan de la Plaza México,
¿Pues qué más da? Para mandar un encierro tan malo como el del domingo, la verdad
es que están mejor fuera. Pierden más cuidando el injusto lugar que ya tienen
seguro la próxima temporada por ser parte del grupo comparsa de la empresa.
Haya sido quien haya sido, están equivocados. Si fueron
los ganaderos, están muy equivocados en ponerle ese nombre a un animal tan
asquerosamente mal presentado. No son ellos quienes tienen que señalar que la
autoridad es acéfala por aceptarles su desecho. Están equivocados y la gente se
los demostró con una de las protestas más sonoras de la temporada al trapío de
la cosa que le echaron a Victor Mora.
Y si fue la trinchera de los autoregulados, aquellos
quienes han movido las piezas del ajedrez político para expulsar al Estado de
la Plaza México buscando beneficiar a quién sabe qué intereses, pues bueno, qué se
puede decir. A cualquier persona con tres dedos de frente le bastaría con echar
un vistazo a los tendidos dos domingos seguidos para darse cuenta de que la empresa
no tiene cara para echarse estos chistoretes. Dos corridas seguidas bastan,
según mi punto de vista. Pero la realidad supera a la ficción: hay quien no ha
tenido suficiente con veintitantos años seguidos de lo mismo para prescindir de
los desplantitos, da igual si son suyos o de otros.
El equipo político del señor Miguel Ángel Mancera,
quesque de oposición, está muy a gusto poniendo corredores “culturales” para pactar
con intereses oscuros, del tipo de los que están detrás del Estado ausente en
asuntos taurinos. Pues bueno, al señor de los reglamentos de tránsito habría
que notificarle la situación, tanto taurina como física, de la auténtica infraestructura
cultural de la Ciudad de México. Particularmente, de la Plaza México,
con la que su gobierno tiene una obligación por ley. A la Delegación Benito
Juárez no le compete nombrar ni sostener a los jueces de plaza. Pero son tan
poca autoridad ellos como los otros.
Y el señor juez. El pobre señor juez. El pobre Jorge
Ramos y sus dos colegas, que su criterio tendrán. Los que están desamparados,
solos con la responsabilidad de ejercer una autoridad que no tiene sustento
institucional. Expuesto a la amenaza constante de las represalias, de las
agresiones, de la injurias, y de los insultos, venidos no solo desde el
tendido, sino también de quien tiene obligaciones legales, cara, nombre, y
apellido, y sin poder sancionarlos. Con todo respeto, de verdad que hace falta
un juezpen (y posiblemente hasta un juezmuypen) que acepte trabajar en
esas condiciones.
¿En cuáles manos está la fiesta en la capital? En fin, en
este valle de lágrimas actuaron Fabián
Barba, Manuel Escribano, y Victor Mora con toros de La Punta. El segundo le hizo una gran
faena al minúsculo bovinito hecho pasar por toro con el que confirmó la
alternativa, y uno de medianos vueltos al de su último turno. Se llevó una
orejita bastante raterona. El primero anduvo entre altibajos, a veces mucho muy
bien, y a veces extraviándose. Lidió un toro de San Marcos, y con tras su labor con el de La Punta le pidieron una oreja, bien negada por el señor Ramos. El tercero anduvo extraviado,
quedándose a merced del toro, muy ligero de piernas, y hasta encarándose con el
tendido. Además le echaron en cara lo mal presentado del horroroso sexto, como
si él pudiese mover los lotes o modificar los encierros. De cualquier manera, en
el hidrocálido ya no se adivina al novillero sensación que un día fue. Lástima.
El próximo domingo viene De Haro, y nos frotamos las manos por comentar lo que acontezca.
Así como el estado de salud de Mauricio
Martínez Kingston, de quien lentamente, pero con esperanza, empezamos a recibir buenas noticias.
Hasta entonces.¿En cuáles manos está la fiesta en la capital?
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