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22/11/2015
  (Riobamba-Ecuador) Mariano Cruz Ordóñez indultó un toro, Padilla y Fandi una oreja a cada astado (Crónica completa)
 
Firma: María Zaldumbide
 
     
 

Con prácticamente tres cuartos de plaza se celebró la Corrida de la Independencia. En la plaza de toros “Raúl Dávalos” de la encantadora ciudad más conocida como la “Sultana de los Andes”, situada junto al coloso Chimborazo, a 212 kilómetros al centro – sur de la ciudad de Quito. Se han lidiado toros de Campo Bravo y El Pinar, de buen juego en general; el 6º fue indultado.

Juan José Padilla: Oreja, vuelta al ruedo y ovación abrumadora del público, oreja en toro de regalo

David Fandila “El Fandi”: Oreja y oreja

Mariano Cruz Ordóñez: Tibias palmas y dos orejas y rabo simbólicos.


La terna a hombros

Juan José Padilla, fue el triunfador “espiritual” de la lucida tarde de toros que se vivió en la plaza Raúl Dávalos de Riobamba.  El calor y volcamiento del público para con el jerezano fue indudable y emocionante.

El primero de su lote fue un toro, impecable de presentación, al que recibió con una larga cambiada al hilo de tablas, luego ya; unas muy cadenciosas verónicas a pies juntos que ya levantaron la emoción del respetable.

En varas ofreció poco, se podría decir que cumplió.  Inicialmente pareció que Padilla no colocaría banderillas pero, el público pitó con fuerza al subalterno y Juan José tomó los garapullos, con acierto.


Padilla doblándose por bajo

Inició la faena doblándose toreramente con el toro, obligándolo a humillar y manejó con técnica y sapiencia la embestida rebrincada del de “El Pinar.  El toro no brindó oportunidad por el pitón izquierdo pero, a fuerza de técnica y dominio de los terrenos, Padilla logró estructurar una buena faena con la mano derecha.

Por momentos reapareció ese “Ciclón de Jerez”, exponiendo mucho para llegar al tendido, cerró la faena con dos muletazos en redondo que logró exprimir a un toro ya sin gas.

La Autoridad de palco, Don Juan Carlos Donoso, tuvo lo que se necesita para no malbaratar los trofeos, dando una sola oreja, a petición del público.

El segundo de Padilla, también correspondió a “El Pinar”, de buenas hechuras y gran presencia en el ruedo.  Lo recibió igual que al primero con una larga cambiada  y prosiguió con un juego variado y atractivo de capote; llevó al toro por navarras y cerró con una preciosa meda verónica.

El toro clavó los pitones en la arena y se dio un costalazo de miedo.  En banderillas estuvo solvente y fácil.

El toro no tenía un recorrido franco, inició con dos muletazos por derecha con ambas rodillas en tierra y luego siguió ya con unas tandas cortas porque el toro no terminaba el viaje, se medía a partir de la cadera del torero.  Toro noble pero, soso; sin trasmisión.  Lo que llevó a Juan José a tomar más de un riesgos y pisar terrenos complicados.

El afán de triunfo, la voluntad, la entrega absoluta de Padilla, parecían no bastar para meter al público en la faena, pero; tras los, hasta tres, molinetes u algún desplante logró que el público volviera su atención a lo que ocurría en el ruedo.

Los aceros estuvieron adversos,  el primer viaje fue un mete y saca, espantoso, luego necesitó tres pinchazos, dos golpes de descabello y dos avisos para pasaportar a, este segundo de su lote de lidia ordinaria.

Al público pareció no importarle la falta de trofeos, la plaza en un coro emotivo y sentido arropó al torero al grito de “torero, torero” que duró por varios minutos hasta que se le otorgó la vuelta al ruedo que fue, realmente apoteósica. 

Padilla mostró su emoción con el calor del público y tras besar la arena, guardó un puñado en su camisa.

Al terminar esta faena el público comenzó a pedir “otro toro, otro toro” y Juan José dio muestras de aceptar el toro de regalo.

Este séptimo toro perteneció al hierro de Campo Bravo, un precioso toro negro, listón; amorillado que recibió una vara justa y con el que Padilla consiguió lucirse en banderillas.

Fue un toro complicado, rebrincado, midiendo mucho al torero, cortando el viaje; con lo que todo eso complica la labor de los toreros.  Le costaba una eternidad el primer muletazo, el segundo lo tomaba algo mejor y al tercero; se paraba, a agarraba al piso.

Por naturales arrancaba con más boyantía pero se quedaba en la cadera del torero.

Un nuevo mete y saca y una, algo más de media estocada; dieron fin al último de sus toros.  La faena fue premiada con una oreja.


Chciuelina de El Fandi

David Fandila, “El Fandi”, lidió en primer lugar un ejemplar de Campo Bravo al que recibió con unas tersas verónicas a pies juntos, bajando mucho las manos. El toro entró al caballo con alegría y metiendo riñones, pero; fue castigado en exceso a pesar de los reiterados pedidos de Fandi, de parar el castigo

Probó al toro por “Zapopinas” o “Lopecinas”.

La espectacularidad en banderillas del granadino, puso en vilo a la plaza que gozó con cada uno de sus pares.

Este fue un toro con un mal pitón derecho pero, un gran pitón izquierdo que le permitió triunfar con dos grandes tandas, desgraciadamente el animal; presumimos que por el exceso de castigo; fue perdiendo gas gradualmente, desplomando, así la parte final de la faena de David.  Una vez más con serenidad y buen hacer, La Autoridad concedió la oreja del público.

El quinto de la tarde, segundo del lote de Fandila fue de “El Pinar”, hermoso animal castaño obscuro en verdugo, con muchos pies y al que recibió con dos largas cambiadas, al hilo de tablas.

Sería difícil asegurarlo pero, pareció que el toro entró con algún problema en los cuartos traseros, arrastraba con dificultad la pata izquierda lo que,  complicó; evidentemente el desarrollo de la faena.

En varas se evidenció la poca movilidad del toro que, sin embargo intentaba embestir con nobleza aunque, la escasa movilidad no permitió saber la real calidad del toro.

Volvió a pasearse con soltura y eficiencia en banderillas, pidiendo autorización al Palco para poner un cuarto par.

La faena se centró en el pitón derecho donde pudo lograr un par de series de importancia.  La poca movilidad del toro lo llevó a realizar varios desplantes de rodillas ante la cara del burel y prendieron la ilusión del público.

Tras un pinchazo y una estocada hasta los gavilanes, terminó la presentación de David en la plaza riobambeña.


Cruz Ordoñez con la diestra

El primero del ecuatoriano Cruz Ordóñez perteneció a “El Pinar”, que como todos los toros de la tarde fue impecable, de presentación.

El animal entró a la plaza como un vendaval, avanto, correlón y poco fijo de inicio. Tomó una puya con la cabeza en alto, tratando de quitarse el castigo y terminando por causar un tumbo monumental al picador y su caballo .

Mariano no estuvo centrado con el primero de su lote, se lo vio poco aplomado; logro buenos muletazos aislados, lo que no permitió una faena ligada, estructurada.

Brindó al público y luego a Juan José Padilla.  El toro fue soso, sin transmisión y la inseguridad evidente del torero nacional llegó al público que, conforme pasaba la lidia salía del ruedo y se perdía en sus propios pensamientos.  Ni el toro se acopló al torero, ni este al burel.

Se pidió música aunque la faena no hacía más que comenzar y ya el toro mostraba sus falencias, en especial la sosería absoluta que, fue acompañada por un nivel de sosería similar de parte del torero.

Tras una estocada desprendida y delantera que no consiguió una muerte rápida del toro, dio fin a su primera faena con tibias palmas como premio.

Este sexto toro de la tarde fue EL TORO de la tarde; noble, repetidos, siempre con el morrillo por besando la arena; siguió los engaños con bravura, tranco y recorrido.

Mariano Cruz lo entendió y le dio precisamente, la lidia que pedía el toro y más bien pronto comenzaron a aparecer en los tendidos, pañuelos blancos pidiendo el indulto.

Repetimos, el toro fue un gran toro; un toro de arrastre lento y hasta de vuelta al ruedo pero, recibió una sola vara, la lidia se realizó casi en el tercio.  Motivos suficientes a nuestro entender para no merecer el indulto.

Lamentablemente con la faena prácticamente hecha, fue desarmado lo que, deslució el final de la faena.  Cuando el matador tenía ya el estoque de verdad en las manos y estaba por perfilarse a matar, el Palco; concedió el indulto.


Los máximos trofeos fueron paseados por el ecuatoriano

Mariano Cruz paseo exultante por el ruedo de la plaza arropado por el grito: “Ecuador-Ecuador”.  Tras una apoteósica vuelta al ruedo, se arrodilló en el centro del  redondel para agradecer de rodillas al público asistente.

A lo largo de toda la tarde se escuchó el ya clásico grito de los ecuatorianos, el “fuera Correa, fuera”.

La tarde, más bien noche ya; se cerró con la terna en hombros, un público satisfecho y alegre por lo vivido esta buena tarde de toros en Riobamba.


Fotos: Alberto Suárez

 
     
   
     
   
     

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