La Ficha del Festejo.

Una vez más, en La México se  ha concedido una “Puerta  Grande” falaz. Con ello, un supuesto triunfo. Una de estas terribles costumbres que, ¡cómo les gustan a ciertos toreros!; pero en realidad, hacen más daño que bien a la fiesta de los TOROS.

Muchas veces, en muchos ámbitos, se justifican ciertos perjuicios bajo el argumento de un beneficio mayor, y de bien común. ¿Qué beneficio mayor puede tener no romper esas costumbres que van acumulando denostación? Quizá, si se tratara de alguna excepción, habría cierto hueco para su validez. Pero, aquí y así, el único beneficio verdadero es para un particular.  ¿Cuántos años hace que una figura nos quiere vender ese embuste?

Julián López El Juli llegó nuevamente a La México con un encierro que engaña a los ocasionales y sí, también a muchos que se supone aficionados de cepa. El asunto no se limita al trapío, sino a la calidad, a los verdaderos atributos de un toro bravo y el arte de torear.

De tres ejemplares, no hubo alguno que emocionara con la casta. Ese entretener ¿jugándosela? ante animales casi moribundos, sin fondo para una pelea férrea tú a tú por su vida, es un timo.  Pero muchos van cayendo en la costumbre y, por tanto, dando como bueno el demérito del mérito. Así, El Juli, hizo un despliegue de su ya muy particular técnica para hacer más nada de la nada. Y nos explicamos.

La particular técnica de 'El Juli'

El abre plaza fue un animal pobre. Pobre de trapío, de casta, de fuerza y calidad. El de Fernando de la Mora no tenía fondo alguno para embestir con un mínimo de fiereza y así pelear con y por su vida. Tampoco, la soñada calidad de aquellos animales que pasan hasta allá, obedeciendo y humillados en las telas. Sosote, desclasado el astado, y El Juli hasta brusco.

El tercero, conforme transcurrió el trasteo se fue metiendo más y más en la querencia. Si el primero de su lote carecía de fuerza y casta, este tuvo bastante menos. Ante ello, ¿qué calidad puede tener la estimación de lo hecho? Que el madrileño le aguantaba los parones a un animal más bien moribundo, sí. Que con base en todo su sitio movió una piedra, sí. Pero ahí no hubo sustancia para merecer una oreja en una plaza de primera categoría. El reglamento, ese que se atiende a medias, le concedía una oreja. La segunda, la repetición sin cansanciao de una de las malas costumbres del juez Morales, remató la falacia en pleno.

El quinto fue uno de esos animales nobles, obedientes, de entra y sal sin protestar, sin exigir con base en la casta, y por tanto, sin emocionar. El Juli se recreó con las pasadas, que no embestidas del último de su lote.  Con el tendido numerado lleno, se le coreó mucho, pero no fue ese ole profundo, del que sale del pecho.

La paradoja de todo esto, le tocó vivirla a Octavio García El Payo. Luego de varias temporadas con muchas tardes que no capitalizaba, por fin, el serial anterior recuperó terreno. Hoy volvió a perder lo ganado. Inició la temporada no con el pie chueco, sino con pasos hacia atrás. En primera instancia, se podría pensar que no por responsabilidad directa. Lo incomprensible es que parece que quien le metió el pie fue el amigo. La lógica de lo bien hecho, lo hecho con profesionalismo apuntaría que, ahora apoderado por un integrante de la empresa, la temporada para El Payo estaría encaminada a ponerle la base para apuntalarlo. Pero no. Esa mala costumbre de pensar que cuidar en extremo es ayudar, terminó por propinarle un revés a “su” torero.

Ni de rodillas salvó la tarde

El primero de su lote fue protestado duramente por su absoluta falta de trapío. El juez hizo oídos sordos; curioso porque para conceder “triunfos” ve y oye de más y se apega a reglamento.  La imprudencia no quedó ahí. El Payo tuvo la desfachatez de brindar la actuación ante un becerrote en la primera plaza de América, a la concurrencia. Pues brindó y abrevió. ¿Hay alguien en esa administración a quien le funcione la cabeza con un mínimo de lógica?

Sorteó lo peor presentado. El segundo y el sexto. El sexto, menos protestado por la asistencia –también es cierto que quedaba menos personal en los tendidos- sí fue devuelto.  Del sexto bis no quiso saber gran cosa. El animal tuvo cierto nerviecito, pero el queretano parecía tener la mente completamente nublada. No pudo, y tal vez lo mejor para él fue abreviar de nuevo.

Remataba así el petardo. Porque el cuarto fue el de mejores condiciones del encierro. Un ejemplar pronto, con ritmo y cierta emotividad. A Octavio García simplemente le pasó de noche. Batalló con la distancia, pero fundamentalmente no hubo en ningún momento estructura, ni orden, ni concierto. Por supuesto llegaron los gritos de ¡Toro, toro! Sin embargo, otra vez, a Don Jesús Morales le pareció que los pañuelos de unos cuántos despistados  y semejante petardo, valían una oreja. ¿Qué la estocada? Entre esa, y una merecedora de un trofeo, hay mucho trecho. En resumen, El Payo hoy se vio completamente incapaz y punto.

De mano a mano, la tarde solo tuvo que están de moda. Para empezar, no había fundamento taurino para tal. Y para terminar, ni rivalidad, ni un quite, ni una mirada. Nada, pues.

Tal vez ni ellos lo creían

*Fotos: Luis Humberto García 'Humbert'