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Primer festival taurino de la Plaza de toros “Arroyo” de la
Delegación Tlalpan, dentro de las instalaciones del restaurante del mismo
nombre. Ante una entrada regular, se lidiaron seis erales de Los
Cues, bien presentados y que cumplieron en cuanto a juego. Destacaron,
en cuanto a comportamiento, los corridos en tercero y cuarto lugar, mientras
que el segundo quedó por debajo del resto. En cuanto a trapío, el primero salió
del conjunto de sus hermanos debido a lo defectuoso de su cornamenta. No
obstante lo señalado anteriormente, su tamaño fue más que correcto para un
festival con chicos de quince y dieciséis años. Actuaron los aspirantes a
novilleros:
Iván Hernández: al tercio.
José María Mendoza: silencio.
Diego Alarcón: ovación tras tres avisos.
Roberto Román: vuelta al ruedo tras tres avisos.
Empequeñecer la fiesta brava a
los datos estadísticos que hoy por hoy dominan la información taurina es
desastroso en todos los casos, pero lo es de manera especial cuando se reducen
actuaciones tan interesantes, de toreros tan jóvenes, a que sí las palmas o los
tres avisos. La verdad es que este sábado la juventud toreó, y lo hizo acorde a
su edad y a sus condiciones. Poco más se puede pedir a cualquier torero, pero
especialmente a los chavales., que junto con un buen encierro de Los Cues protagonizaron una tarde entretenida,
bonita.
Abrió plaza Iván Hernández con un animal complicado, que era indefinido y se
vencía mucho. Afortunadamente, Hernández lució rodaje y solvencia para saldar
el compromiso ante la afición de México. Incluso, gracias a su labor basada en
la constancia, consiguió buenos trazos por ambos lados, una asignatura nada
fácil. Al final saludó en el tercio.
José María Mendoza se llevó al peor novillo, uno aquerenciado y a
la defensiva, con el que intentó una faena en redondo, y poco consiguió.
Silencio.
En tercer lugar toreó Diego Alarcón, quien exhibió la
cualidad del reposo, además de temple con ambas manos, aun cuando parece que su
rodaje es poco aun. Su labor subió de
tono a partir del intercambio de quites con su compañero tras el segundo
puyazo, y alcanzó altos vuelos por momentos. Sin embargo, tras un corte en la
mano al tirarse a matar, su actuación con los aceros se vio muy condicionada, y
escuchó los tres avisos.
La escandalera de la tarde la
armó Roberto Román, torero de
Aguascalientes que salió a comerse al mundo. Y en cierta medida lo logró: calentó
con el quite al toro de su compañero, y encandilo a la plaza con el capote en
el suyo. Su labor siguió ascendente con las banderillas, y se mantuvo con la
muleta. El chico tiene todo el toreo en la cabeza, por lo que torea con mucha
variedad, y también un poco revolucionado. Sin embargo, la cualidad de conectar
con el público, y de recrearse en el toreo pueden más que cualquier defectito.
¿Qué hará falta? Lo mismo que a todos sus compañeros, seguir entrenando y
trabajando para caminar hacia adelante como toreros. Si Roberto Román no cortó
las orejas fue, simplemente, por la fallas con el acero, suerte en la que se
entrega con demasiada exposición, y que le valió cuatro palizas, además de tres
avisos. A los cuatro chicos habrá que darles la enhorabuena por la forma en que
afrontaron el reto, y por la tarde, entretenida y variada, que ofrecieron.
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