|
Con más de tres cuartos del aforo cubiertos se han lidiado toros de Ana Romero, de buena presencia y juego.
Juan Bautista, silencio tras aviso y oreja tras aviso
Manuel Escribano, ovación tras aviso en ambos
Arturo Macías, ovación tras dos avisos y palmas.
Juan Bautista fue el único en pasear un trofeo Gustó, en líneas generales, la corrida de Ana Romero. En el tipo de la casa, agrupada en dos lotes de tres y tres según el peso. Quizás algo justos de presencia los de menor balanza. Sin embargo, hay que recordar que la característica del encaste no es la del tamaño. En cuanto a comportamiento, fue una corrida muy válida para el toreo, con nobleza, fondo y movilidad. Y con motor. Porque a todos los toros se les dieron lidias casi interminables y el del clarín tuvo que trabajar más de lo habitual.
Sin duda, lo mejor de la tarde estuvo en las manos de Juan Baustista. Preciosa la estética del francés y muy loable su adaptabilidad al cuarto de la tarde. En sus manos quizás haya estado la faena más artística de los últimos diez años en Azpeitia. Faena de gusto y clase. Y clase fue precisamente lo que tuvo el toro. Con un son muy lento, con una embestida fija y constante, recorriendo todo el perímetro que le marcaba la muleta; se comía todo el muletazo. Para describir lo que realizó ayer Bautista usaremos una palabra muy propia del toreo moderno: despaciosidad. Pero había que hacerla, había que adaptarse y acoplarse. Y supo hacerlo a base de muñeca y de cogerle el aire al toro. Pero era un aire tan suave, tan leve… Quiso matar recibiendo. Falló en el primer intento y dejó una estocada aceptable en el segundo.
Bautista fue de los únicos que tiró ayer de toreo tradicional: de adelante a atrás, de arriba abajo. Pero sólo lo hizo en su segundo. Parece ser que está de moda este año, por lo menos en Azpeitia, citar a los toros de perfil. A penas se ha visto a algún torero dar el pecho, o el medio pecho. Y ahí se han escapado dos corridas de toros. |
|