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26/07/2015
  (Ciudad de México) Destacan Lizama y Herrera en festejo con poco para recordar
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

Cuarta novillada de la Temporada Chica 2015 de la Plaza México. En tarde muy soleada, se jugaron tres novillos de la ganadería tlaxcalteca de De Haro (primero, tercero, y sexto), y tres del hierro jalisciense La Concepción (segundo, cuarto, y quinto). Los seis ofrecieron juegos variados: entre los primeros, el que abrió puerta fue muy falto de fuerza; mientras que el tercero prometió mucho de salida, pero terminó por quedarse; y el sexto, sin comerse a nadie, puso en dificultades a su matador. De entre los segundos, destacó el noble y buen quinto por encima de sus hermanos. En cuanto a su presencia, fueron parejos por hierro, destacando los de De Haro frente a los de La Concepción. La entrada no llegó siquiera a la cifra de los dos mil asistentes. Actuaron cuadrillas completas al servicio de los novilleros: 

 
Edgar Badillo: pitos tras aviso (que debieron ser dos).
 
Ángel Lizama: vuelta por su cuenta.

Emilio Macías: leves palmas.

Juan Pablo Herrera: al tercio.

Humberto Quevedo (presentación en la Plaza México): al tercio.

Rafael Reynoso (presentación en la Plaza México): silencio

Destacó en un quite Diego Martinez. Algunas voces responsabilizan al subalterno de encararse con el tendido durante el herradero del primero. No nos percatamos por voltear hacia las asistencias.


Herrera, entre lo más destacado.

Es complicado para el aficionado ejercer un juicio al respecto de festejos como este. Puedo recurrir a varias razones para argumentar mi posición, pero únicamente diré que, en primer lugar, es bastante complicado seguir el hilo de un cartel que inició una semana antes, es como una historia no solo fragmentada, dividida por partes, sino también mal contada. Como si se nos presentara en una prosa estéril y cacofónica, repetitiva, incoherente, con un lenguaje muy mal utilizado. En segundo lugar, el formato de seis novilleros no me parece aburrido y cansino. Para ser sincero, en realidad me parece aburridísimo, rayando casi en lo insoportable, y con dos ganaderías, peor. Hace falta reconstruir todo partiendo de los fragmentos de los fragmentos de los fragmentos. Casi una Corrida Foucaultiana, por aquello de la arqueología del saber (taurino), que podríamos agregar a las ya existentes goyesca, picassiana, ponciana, etc. 


En este contexto, es muy complicado que un triunfo pueda resultar rotundo, o que al menos las buenas maneras puedan ser reafirmadas. Si no tenemos más opciones que apostar por este formato “de selección”, preferiría que se anunciaran en un cartel cuatro novilleros para matar seis novillos. Cada novillero mataría un astado, y los dos con mejor desempeño ganarían la posibilidad de lidiar al quinto y al sexto de la tarde. De esta manera, no solo se fomentaría la competencia entre los muchachos, sino que la apuesta taurina tendría más posibilidades de aportar algo. Incluso, en caso de que el resultado del festejo tras la muerte de cuatro novillos fuera el de cuatro actuaciones novilleriles desastrosas, la suspensión del festejo sin premio para los chavales sería benéfica para el espectáculo.
 
Junto con la propuesta anterior, anexo mi negativa rotunda a la propuesta popular en internet de que las novilladas sean en un horario cercano al mediodía con el fin de evitar la lluvia. ¿Percibieron lo fuerte del Sol durante casi todo el festejo? Si no lo notaron, permítanme decirles que fue insoportable. ¿En verdad creen que resultaría una ventaja exponerse al astro rey del mediodía con el fin de evitar suspensiones? ¡Prefiero mil veces la lluvia! Quién prefiera el Sol (que supongo que todos los promotores de tal idea lo prefieren), que vaya a la plaza a las hipotéticas novilladas de las doce. Yo, en lo personal, optaría por quedarme en mi casa.

Tras disculparme por lo extenso de mis tediosas reflexiones, es hora de pasar al toro. Abrió plaza Dos Cañas, -no 154, 414 kg.- de la ganadería más antigua del cartel, la de De Haro. Al zacatecano Edgar Badillo le respetaron el segundo de su lote de la semana pasada, de manera que pudo completar una desastrosa actuación divida en dos partes. En descargo suyo, habrá que decir que después de la tremenda paliza que le pusieron al intentar recibir a porta gayola a su novillo (en la que perdió una hombrera), su actuación se vio condicionada a su estado físico. Por cierto, en aquel episodio las cuadrillas no pudieron quedarse con el burel, que se fue contra los monosabios, resultando golpeado uno de los hermanos Sigler Eguiluz que no alcanzamos a distinguir. Badillo volvió justo a tiempo para poner banderillas, después de un primer tercio de auténtico herradero. Su desempeño con los palitroques fue casi una calca de lo exhibido el domingo pasado. En la muleta, el novillo anduvo muy parado, pero buscando al novillero. De no ser porque no tenía fuerza para dar más de dos pasitos, seguramente hubiera puesto en más aprietos a Badillo, quién, dicho sea de paso, hizo poco por dominar al utrero. Tuvo problemas para matar y le perdonaron el segundo aviso. Eso sí, muchos saluditos desde el paseíllo, hasta la despedida, cuando se adjudicó las palmas que, en realidad, eran para el compañero que salía detrás de él. Pitos.


Badillo, pobre actuación.

El segundo de la tarde fue Alteño, de La Concepción, y el mejor presentado de los correspondientes a su casa –no. 233, 390 kg.-, que incluso apuntaba una construcción física distinta a la del encaste saltillo. El yucateco Ángel Lizama  lució llevando al morito al caballo por tapatías, y rematando su intervención en quites con una media. En el segundo tercio, puso un jaleado par de banderillas cortas, y otros dos cuarteos menos lucidos. La mayor parte de la faena de muleta transcurrió sin mucho interés. Sin embargo, el trasteo vino a más en el terreno de tablas, en la zona entre el burladero de aviso y toriles. Ahí, siempre paralelo a tablas, el animal vino a más, y el también conocido como El Papo pudo encender el cotarro con la mano derecha. Hizo el toreo bueno por momentos, pasándose cerca al animal, aunque también una carga excesiva de desplantes y miraditas al tendido. Desafortunadamente, el novillo solo embestía en condiciones muy específicas, paralelo a tablas. La más mínima intención de sacarlo de ese eje hacía que Alteño reculara. A la hora de la muerte vinieron los problemas, y el novillero perdió, probablemente, una oreja dado el ambiente que se había generado. Salió al tercio con justicia, y luego decidió darse una vuelta más protestada que aplaudida.

 


El Papo llamó la atención.

Emilio Macías no pudo remontar el claroscuro del domingo pasado. Con el capote hizo un solvente quite por chicuelinas como respuesta a las ceñidas gaoneras del turno de su compañero Herrera. Sin embargo, el De Haro Tres Tragos –no. 50, 418 kg.- mintió acerca de su interesante condición inicial, peligrosa y complicada, pero sin malas ideas, para embestir con mal estilo y sin transmisión en el último tercio. Apenas unas cuantas embestidas dio por el izquierdo, mientras que por el derecho siempre echó la cabeza arriba, no por buscar al novillero, sino por soso. Destacó únicamente el espadazo recibiendo sin efectos inmediatos, gracias al cual el tlaxcalteca se retiró entre palmas.


Juan Pablo Herrera, de Aguascalientes, reafirmó las buenas condiciones que mostró la semana pasada bajo un tormentón salvaje. Su labor no alcanzó redondez en ninguna de las dos novilladas, hace ocho días, como bien sabemos, por la lluvia; y, este domingo, ciertamente, no le tocó en suerte la mejor materia prima. Sin embargo, reconstruyendo los dos esbozos tan dispares, nos encontramos ante un prospecto prometedor. El domingo pasado le fue imposible mostrarse en los primeros dos tercios, mientras que en esta segunda oportunidad se dejó ver en quites con fuerza. En su turno en quites en el tercero de la tarde pegó unas gaoneras estrujantes, con el De Haro venciéndosele cada vez más, pasándole cada vez más cerca, y buscando cada vez con más ahínco los tobillos del chico enfundado en un vestido blanco y azabache. Menos brillante, pero bastante jaleado y vistoso, resultó el quite por la suerte del ojalá a su novillo, en el que el primer lance fue verdaderamente estrujante. En las banderillas, vimos personalidad, dominio de la escena, carisma, capacidad de llenar la escena, además de valor, exposición, y hasta clasicismo en tres buenos pares de banderillas cuarteando en la cara. Aire fresco entre tantos, tantísimos pares al violín de producción masiva.

La última palabra la tuvo el feo Agavero de La Concepción-no. 225, 388 kg.- castaño de antiestéticas hechuras, que embistió desde la salida con la cabeza suelta, y reafirmó su condición al topetear al caballo en varas. En la muleta su comportamiento evolucionó en el de un novillo muy incierto, que no ofrecía dos embestidas seguidas iguales, además de buscar meterse en el terreno de tablas. Quizás hubiese podido haber un mejor resultado de haber templado más al novillo, pero las condiciones climáticas se tornaron ventosas, dificultando una labor ya de por sí difícil. Mató sin mucha efectividad y saludó en el tercio. Habrá que seguir de cerca el desarrollo de este chico hidrocálido.


Arrojo de Herrera.

El novillo de la ilusión salió también este domingo. El quinto se llamó Cristero-no. 222, 370 kg.- de la vacada de La Concepción, y le tocó en suerte a Humberto Quevedo, quién se presentó en el embudo monumental. El joven queretano logró lucir por momentos ante la embestida colaboradora del ejemplar jalisciense. A pesar de lograr buenas series, se quedó un pelito por debajo de las condiciones de nobleza del animal, cosa que difícilmente se puede recriminar a un muchacho con apenas cuatro festejos desde que se presentó en 2011. Lo que es más notorio es su dificultad para transmitir al tendido. Su actitud fue demasiado desgarbada, quizás poco impetuosa. Sin embargo, la gente lo arropó, e incluso hubo un conato de bronca entre los pocos quienes se pusieron del lado del toro, y un sector, tanto de sol como de sombra, por la zona de la puerta de caballos, que lo defendió a pesar de sus pinchazos. En eso andaba la concurrencia cuando Quevedo pudo terminar con Cristero para acabar saludando en el tercio sin mucha fuerza. La ovación grande se la llevó el novillo en el arrastre.



Quevedo, con el novillo de la ilusión.

Cerró plaza el sexto De Haro en dos semanas. Siete Llaves –no. 37, 417 kg.-, y que tocó en suerte al joven aguascalentense Rafael Reynoso. Este novillero es un joven que se presentó con caballos en 2011, y cuya actividad se ha visto disminuida en los últimos años. En esta ocasión, se vio en problemas desde el quinto, que le obsequió un arropón mientras ocupaba su lugar en el tercio de varas. Todo el sexteto estuvo a merced del toro, pero sin duda que el joven Reynoso fue quién más anduvo por los aires. Perdió los papeles y tuvo una actuación marcada por el miedo. Difícil cosa llegar a la Plaza México sin ningún festejo en todo el año a matar un De Haro. Mala cosa. Silencio. Por cierto, por primera vez en algún tiempo, abrió y cerró plaza la ganadería más antigua, como indica el reglamento. No sabemos el por qué de la actitud excepcional de cumplir con él.



Reynoso lució inexperto.

En conclusión, la novillada tuvo buenos momentos, que se ven emborronados por lo extenso de la oferta de un cartel de seis novilleros, por lo tedioso de ver tantos espadas sucesivamente. Esperemos que, por el bien de la temporada, la empresa no siga apostando por este formato como lo hizo los últimos dos años.


Fotos: Luis Humberto García.    

 
     
   
     
   
     

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