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05/07/2015
  (Ciudad de México) ¿Podemos caer más bajo? Desastrosa apertura de temporada
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

Primera novillada de la temporada. En una tarde que comenzó soleada, y que se tornó nublada a partir del segundo novillo, con ráfagas de viento durante la lidia de los que hicieron tercero y cuarto, y, a partir de ese momento, con lluvia intermitente, se lidiaron tres utreros del hierro de Villa Carmela. El encierro, de discreta presentación, resultó soso, descastado, débil, y deslucido. Quizás pudiese sobresalir el tercero, que mostró algo más de acometividad. La entrada rondó los tres mil quinientos asistentes. No hubo tiro de mulillas para arrastrar a los astados, lo que desató, con justicia, airadas protestas. Al romper el paseíllo se guardó un minuto de aplausos en memoria del licenciado Jacobo Zabludovsky, fallecido esta semana. Actuaron cuadrillas completas comandadas por los siguientes novilleros:

Diego Emilio: oreja y silencio.

Antonio Mendoza
: palmas tras dos avisos, y silencio tras aviso.

Carlos Casanueva: pitos tras tres avisos, y división de opiniones.


Oreja para la anécdota.

Aun cuando la decepción es vieja amiga del asiduo al coso monumental, en pocas ocasiones el espectáculo ofrecido en el coso de la colonia Nochebuena ha resultado tan gris, tan escaso de lustre, tan pobre, tan triste, tan mal montado, tan venido a menos, tan corroído en todos los sentidos. Hoy la fiesta de toros en la Ciudad de México parece blandear desde la estructura más elemental. Pareciera que la empresa que administra el coso capitalino está más preocupada por otros asuntos, y que la organización de festejos taurinos en sí misma no es una prioridad. Sin embargo, la Plaza México solo es la punta de lanza, la joya de la corona. La putrefacción no reside en Augusto Rodin 241 y de ahí se irradia al resto de la geografía taurina nacional. Sino que, por el contrario, la plazota es, simplemente, elemento más visible de un sistema (que es todo, menos sistemático) absolutamente inoperante. La fiesta brava en México funciona sin cabeza, y, lo que es peor, también sin patas.

Este domingo apareció en el ruedo uno de los detalles más indignantes de la pisoteada historia de nuestra monumental. El tiro de percherones que llevaba varios años arrastrando los despojos mortales de los bureles lidiados no apareció en el paseíllo. Temíamos lo peor, y en el arrastre del primero se confirmó. Una camioneta arrastró a los seis novillos (incluyendo al que se fue vivo, mientras ya se vaciaba la plaza). Los abucheos, fuertes y constantes, dejaron en claro qué opina la afición al respecto de tan sorprendente innovación. Yo no diré lo que pienso al respecto. En realidad, la empresa tiene el libre albedrío de pisotear, destruir, agredir, maltratar, pisotear, arrastrar, enlodar, denostar, y restar categoría a su (¿)negocio(?) como juzguen conveniente. Ya nada que pueda pasar en nuestro coso resultaría sorprendente.


No brilló la divisa de Villa Carmela.

La empresa adquirió un encierro de la ganadería de Villa Carmela, que dejó qué desear en todos los sentidos. Todos fueron más que pobres de trapío, y de juego, un desastre. Podrán haber tenido su peligro sordo, es cierto, pero sin ninguna transmisión. Honestamente, es aburrido examinar con lupa la labor de un torero que no puede obtener ni la más miserable de las sobras para encontrar el riesgo invisible al ojo poco educado que algunos quieren poner por delante en la defensa del estado actual de las cosas en el toreo. ¿Basta tal cosa, sobradamente aburrida, para sostener un espectáculo?


El meollo del asunto es que, quién sabe con qué criterios, Villa Carmela terminó abriendo el serial, quizás a resultadas de un muy cuestionable indulto la temporada pasada. Abrió plaza el novillero hidrocálido Diego Emilio, quien a pesar de destacar en el serial de su tierra el año pasado, apenas ha actuado en dos ocasiones en lo que va del presente. Los estragos de la inactividad no se hicieron esperar. Buenos pasajes se vieron interrumpidos por cierta falta de mando y sitio, a veces exacerbada por la condición protestona del burel. Por lo tanto, la faena anduvo por terrenos que no favorecían al quehacer del novillero. Las buenas sensaciones fueron más que la apreciación de los errores, y tras una estocada un tanto caída pero de gran ejecución, se entregó la primera oreja de la temporada. No pondremos mayores peros a la premiación, que a pesar de no tratarse, ni de cerca, de una oreja de peso, no parece disparatada.


Diego Emilio, con la difícil encomienda de abrir plaza en México.

En la lidia del cuarto, Diego Emilio logró buenos trazos mientras estuvo en las afueras. Aquel era uno de los momentos más ventosos del festejo, y su cuadrilla le ordenó llevar su labor al terreno del burladero de la contraporra. Tras algunos buenos momentos en los medios, en los nuevos terrenos se desdibujó todo lo desdibujable. Silencio.


Antonio Mendoza se mostró en torero, con oficio y pensando en la cara del toro. Tales cualidades nos llamaron la atención desde su presentación en el coso monumental. Sin embargo, hoy parecen haberse diluido un poco las avasallantes condiciones de transmisión y vergüenza torera que deslumbraron la temporada pasada. Esperamos de un novillero de sus condiciones mayor presteza para echar pa’lante, para llegarle al tendido a costa de lo que sea. Sobrado dicen algunos, en maestrito, dicen otros. Sea como sea, los mejores momentos con la tela roja los dejó el capitalino de nacimiento, pero michoacano por convicción. Breves pasajes, apenas dos o tres pases al abrochar su labor con el segundo, caminándole toreramente al burel desde el terreno de las afueras hacia los toriles. Ahí quedaron esplendorosos adornos por bajo, que no transmitieron lo que deberían. Culpa del Villa Carmela, cuyo nombre no vale la pena recordar. Posteriormente pasó un viacrucis con la espada y escuchó dos avisos.

Con el mismo novillo, primero de su lote, reafirmó la calidad capotera que atesora con un sobresaliente recibo por mandiles, un quite de las afueras para dejar al brocho negro listón en la jurisdicción de la cabalgadura, y un buen quite por saltilleras, que alteró al cotarro.


Mendoza, con la derecha en el segundo.

En esta ocasión si hubo quinto malo, y Mendoza se quedó con mucho dentro, tanto por la nula embestida del novillo, como por su propia voluntad. A pesar de sacarle pases a una mesa, no pasó de estar correcto. Mal con la espada, escuchó otro aviso. Esperamos con ansias el retorno de este buen prospecto, que deberá salir avante de las tardes anodinas y volver a impactar con una actitud propia de un novillero puntero.



Mendoza, con la izquierda en el quinto.

Carlos Casanueva fue la cara nobel de este festejo. Aun cuando resultó triunfador del serial Descubriendo un torero, cuya final se realizó en una novillada en este coso, en realidad, poco de su tauromaquia pudo exhibir en aquella ocasión. Este domingo, Casanueva se mostró mejor. De entre lo positivo, destaca su disposición y su buena actitud, además de su variedad con el capote, que denota que está abrevando de buena fuente. Sin embargo, con la pañosa luce más bien extraviado, sin la creatividad y asertividad de su labor con el percal.


Así pues, con el primer nos regaló un muy buen momento en conjunto con su compañero Diego Emilio en quites. De recibo hubo más bien poco. Llevó a su novillo al caballo con un malogrado quite por las afueras, y, en su turno en quites, practicó unos faroles tapatíos de rodillas, rematados con un lance por detrás y una brionesa rematada por bajo, buenos de a de veras. El toro se arrancó a la cabalgadura cuando el tercio ya se había cambiado, y tocó turno de intervenir a Diego Emilio. El aguascalentense lanceó por navarras y tafalleras, en las cuales el novillo se quedaba cortito. El espada en turno respondió con un corto y lucido quite por crinolinas que despertó el entusiasmo general. Aquel fue otro de los buenos momentos de la tarde. 


Carlos Casanueva, con la variedad y el arrojo por delante.

En el último tercio, el novillero tapatío recibió de rodillas la embestida, que tenía algo más de motor que la de sus hermanos, y sufrió un chusco incidente al ser revolcado. La banda de la taleguilla del terno azul rey y oro se rasgó, dejando al descubierto los genitales del torero. Aun después de ser remendado con cinta, las partes nobles del coleta seguían al descubierto, dando pie a comentarios jocosos. Mala cosa para Carlos, quien parece que se apenó, pues su actitud se vino abajo. Tras una labor en el que Casanueva parecía estar más preocupado por taparse con la muleta que por torear, ofició muy mal con la espada. Escuchó los tres avisos, y el ambiente favorable de los quites acabó en pitos. Seguro que no sería agradable estar en sus zapatos durante aquel trance.


Con el sexto, y ya con el terno completamente reparado, Casanueva volvió a mostrarse con el capote en un vistoso recibo por faroles, en el que fue desarmado. A la verónica también lució bien. Poco pasó después. Intentó llevar al astado por tapatías al caballo, sin mucha suerte, pues fue desarmado. No hubo quite, y con la muleta, el de Jalisco logró poco. Una labor gris aun cuando la embestida del sexto estuvo un puntito por arriba de lo que, en general, mostró el resto del encierro. La gente, de por sí molesta, se impacientó ante lo poco que mostró este joven con la muleta, y comenzó a reclamarle. Se despidió entre división de opiniones.

Ah sí, los toros se llamaron Joyerito, Farolero, Soñador, Hortelano, Saleroso, y Gironero. Una camioneta los arrastró al olvido.

En conclusión, empezamos con el pie izquierdo. A todos nos alegra volver a los toros tras la prolongada ausencia, forzada pero sana a la vez. Tal parece que la excepción es la empresa, que con su planteamiento inicial, no adelanta ningún buen augurio. Al contrario, habrá que repetir el trance once ocasiones más en los próximos meses, y esperar a que el azar juegue a favor del espectáculo, porque de la parte humana no podemos esperar mucho. Hace tiempo que ya no hay cabestros ni torileros capaces de devolver un toro. Hoy ya no hay mulillas. Quizás mañana no habrá más novilladas, y poco después tampoco habrá festejos mayores. Quizás, eventualmente, ya no habrá Plaza México, ni fiesta brava de la cuál escribir.

*Fotos: Luis Humberto García.

 
     
   
     
   
     

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