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Tarde de Adolfos, con división de opiniones, aunque no creo que nadie haya salido de la plaza tirando cohetes. Primero por la presentación, más que deficiente en algún caso, y después por el juego, que no ha sido gran cosa, además de la escasez de fuerza de estos cárdenos. Como viene siendo habitual, las lidias han sido muy deficientes, fallando en cosas tan simples y determinantes como es el fijar a un toro o el ponerlo al caballo, siempre evitando los capotazos de más. Si hablamos de la terna, empecemos de menos a más, así que es obligado empezar por Sebastián Castella, quien ha demostrado que su receta no funciona con todo tipo de ganado, aunque sí que lo haga con casi todos los animales con los que habitualmente trata, pero es ponerle con uno un poquito a contracorriente y ya estamos listos. Pero seguro que sus seguidores y la élite taurina dominante no se lo tendrán en cuenta y le permitirán seguir toreando mil corridas por año, repartiendo trapazos generosamente.
Gotitas de toreo de Diego Urdiales También venía a despedirse de la feria Manuel Escribano, un torero que gusta al gran público, pero que hoy ha puesto encima de la mesa un valor a prueba de bombas, dejando claro que sabía lo que tenía delante, como se las gastaban los de Adolfo Martín, pero que había recursos para poder y dominar, porque lo de querer se veía a las claras. Un sexto de la tarde con un pitón derecho para no perderlo de vista y evitarlo a toda costa. En banderillas ya le puso las cosas complicadas al matador, pero, ¡aleluya! Escribano parea sin dificultad por ambos pitones, lo que le permitió poner el par sin más problemas. Que por cierto, deja que el toro se le venga muy cerca. Pero ya con la muleta y sabiendo lo que allí había, se ha fajado como un jabato, sin locuras, para acabar imponiéndose al Adolfo. Pero afortunadamente para unos ojos secos por la vulgaridad y la trampa, ha asomado el toreo, a gotitas, muy escasas, pero al menos Diego Urdiales nos ha dejado ver muletazos de verdad, como un derechazo mandando al toro y llevándolo hasta detrás de la cadera, rematando el pase como ya pocas veces se ve. Como para no quedarse con ello para recrearlo en el papel aunque la elección era complicada, había que decidir, porque al final ha habido gotitas de toreo y avalancha de emoción. |
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