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Ayer vimos un encierro de Cuadri que en líneas generales manseó, pero que los tres matadores tuvieron que emplearse a fondo con ellos, estar atentos a sus reacciones y sudar la gota gorda en muchos momentos de la lidia; hoy, un encierro también manso, no ha puesto en apuros a sus matadores, con más o menos entrega se han dejado y, los que no, han salido de naja huyendo de la proximidad de los toreros. Esa es la diferencia entre el manso que se desprende cuando se selecciona en base a la bravura y, el que resulta de la selección convencional con base en la nobleza. Veamos… El primero, con cinco años cumplidos, respondía a Distante. Veleto, muy serio por delante y de poco remate por detrás, escurrido de carnes, una sardina con muchos pitones. Frío de salida y rebotado del caballo en la primera entrada; en el segundo se empleó algo más. En banderillas se preocupó más del escozor de los arpones que de perseguir a los rehileteros; por cierto, el tercio desastroso. Repitió con claridad al inicio de faena de muleta de "El Juli". Por el izquierdo humilló y tuvo recorrido largo. Por el derecho fue más incomodo por su continuo calamocheo. Muy noble, nobilísimo por ambos pitones. Llegó crudo al último tercio y se movió. Encastado -que no bravo-, de mucho fondo, para seis tardes, que fue aplaudido al arrastre. El segundo también era cinqueño, de más kilos, pero también sin remate y chico, aunque con buena cara. Bautizado como Cantaor. De salida mostró flojedad, fue abanto y en su huida hacia toriles tomó un puyazo en el que empujó bien, y otro en la suerte en el que se empleó bastante menos. Manso huido en el primer tercio. Arreó en banderillas y siguió mostrándose suelto y huidizo. Se entregó en los primeros compases con pujanza hasta que se dio cuenta de su propia mansura. Cantaor dio el cante y siguió embistiendo con sosería, persiguiendo la muleta de Perera creyendo que detrás de ella estaba la salida a la finca. Otro manso, éste sin casta. El tercero respondía a Soleares, de Toros de Cortés; veleto, tapado por la cara, largo y con cuello. Repitió en el capote de "El Juli". A relance tomó un primer picotazo y salió huido, tampoco se empleó en la segunda entrada. Le costó humillar en banderillas y apretó para adentro. En la muleta repitió por ambos pitones e incluso humilló -corrigió aquel defecto de los tercios anteriores-; pidió mando, tuvo un comportamiento interesante en la muleta aunque había manseado en varas. Incómodo al principio por encastado, fue a mejor y terminó embistiendo con fijeza y humillado por debajo. A la postre fue el mejor toro en la muleta de la tarde… Y a mí me gustó. Miguel Ángel Perera se las vio con el cuarto de la tarde; un toro serio y cuajado, con cinco hiervas comidas y mucha romana. Estrecho de sienes y tocado de pitones, engatillado. Salió escupido al notar el escozor del primer picotazo, empujó en el simulacro del segundo puyazo. Escarbó mucho y enseñó virtudes en el quite de Julián López. Noble fue en el segundo tercio, brindó buenas arrancadas. El inicio de muleta fue vibrante. Repitió a derechas con humillación y temple. Duró poco, pero sin molestar, se rajó y acabó huido. Este es el malo que interesa, el que huye. ¿Cómo salen los malos? Preguntan los toreros. De nombre 'Beato' no se comportó como aquél con el que se despidió Esplá El quinto de la tarde, tercero del lote de Julián López "El Juli", lucía pelo colorao chorreao. Era estrecho de sienes, veleto y astigordo. Más basto que serio, grandote. Sin entrega se comportó en el saludo. Coceó al caballo al notar el palo en las dos primeras entradas, y medio se justificó en la tercera. Echó la cara arriba en banderillas poniendo en apuros a los rehileteros. A la muleta llegó con una embestida desclasada, amoruchada. Fue repetidor con embestidas cansinas que no decían nada. Soso y lelo en igualdad. Manso y descastado en los tres tercios.
El sexto de Victoriano del Río fue devuelto y no por feo, que lo era. No mejoró el sobrero en este sentido. Era alto y cuesta arriba, con los kilos justos. Se fue huido de la capa de Perera. Tardo en la primera entrada al caballo y presto a salir de ella; punteó en la segunda, declarándose manso sin enmienda. Anduvo de costado en banderillas y le costó entregarse. A la firmeza de Perera respondió con un: no quiero… Echó la cara arriba y dejó de entregarse. Lo dicho, otro manso descastado, que aunque repitió, lo hizo sin entrega. Éste lució el hierro de Montalvo. Nos queda un menú fuerte con las tres corridas de a pie: De primero Adolfos, de segundo Victorinos y de tercero Miuras... Postre no hay. Foto: Muriel Feiner |
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