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Mansos, claramente mansos, tristemente mansos, los toros de Cuadri. Con poder alguno de ellos, el golpe de riñones del segundo en el caballo, el seco topetazo a la carrera del castaño cuarto, no fueron suficientes para compensar la mansedumbre que les hizo remisos en las embestidas, tardos, irremediablemente mansos.
Encabo intentando encauzar la embestida del cuadri No es, sin embargo, una mansedumbre obediente. Los toreros tuvieron que estar muy atentos toda la tarde pues los toros no permitían descuidos. La falta de viveza les hacía lentos de reacciones pero estas siempre fueron serias, midiendo a los toreros e, incluso, al público.
En tarde de decepción con los toros se mide más a los toreros y estos cumplieron suficientemente, sin heroicidades, sin arriesgar más de la cuenta, que bastante riesgo era estar delante de las moles de los Cuadri y salir airoso. Estuvieron dignos delante de los toros, buscando incluso el lucimiento, tanto Robleño en el segundo, como Aguilar en el tercero y Encabo en el cuarto.
Esperábamos más de los Cuadri, si no de toda la corrida, al menos de algún toro, más celo, más viveza, bravura, pero parece que la Tierra prometida de la semana de los toros exigentes, se va convirtiendo en un espejismo que conforme nos vamos acercando, se va diluyendo de nuestras retinas, para encontrarnos con el triste paisaje de la desesperante mansedumbre.
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