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Los románticos del toreo nos resistíamos a eso de “Partido de Resina, antes Pablo Romero”, y seguíamos agarrándonos a llamar a esta ganadería por el nombre de siempre, el glorioso, al menos para nosotros. Pero si nos paramos a reflexionar sobre la corrida que de esta tarde en Madrid y sobre la apariencia de los seis toros que han saltado al ruedo, si acaso podríamos salvar a dos de estos ejemplares. El resto no parecían ni primos lejanos de los descendientes del encaste Gallardo. Esto no deja de ser ni bueno, ni malo, simplemente es otra cosa. Aquella imagen del toro bonito, redondito, musculoso, imponente, es algo que ya empieza a ser pura nostalgia. La de los años sesenta, setenta y hasta los ochenta, apurando. La lámina de Pablo Romero era reconocida por cualquier aficionado que se preciara. Una imagen muy diferente a la que se habrán llevado los tres matadores que se han puesto delante.
Pablo Romero de casta Gallardo Quizá esperaban un toro tonto, de esos que van y vienen por el ruedo o detrás de los engaños, sin demasiados sobresaltos. Tampoco han sido animalitos dóciles. Exigían toreros que les lidiaran con cuidado, que no les hicieran las cosas mal, toreros que no convirtieran el ruedo en un caos, que no permitieran que se les dieran mil capotazos, que el buen criterio se impusiera en el tercio de varas, o que antes de ponerse a pegar derechazos y naturales les ahormaran la embestida con la muleta. De entrada, el ganado no estaba muy dispuesto a aguantar pases apelotonados, sin mando, levantando la mano más de lo estrictamente necesario y dejándole campar por el ruedo a sus anchas. Ni Eduardo Gallo, ni Sebastián Ritter, ni Rafael Cerro han estado a la altura de las circunstancias. Casi desaparecidos con el capote, al tomar la muleta no pensaban en otra cosa que liarse a pegar pases y más pases, sin caer en la cuenta de que lo primero era lidiar, poder por abajo a los toros y luego, una vez vencido el animal y si aún le quedaban energías, entonces probar por ambos pitones, a ver si les quedaba algo. Habrá habido amantes de la Tauromaquia 2.0 que habrán puesto el grito en el cielo en contra de los del Partido de Resina, porque tras una caótica capea, los animales no se disponían a hacer cucamonas detrás de las telas, como si estuvieran jugando al escondite. Tanto borrego merecedor de indultos o vueltas al ruedo y se nos olvida la variable condición del toro de lidia, que igual empieza bien y acaba mal, que al revés. No seré yo quién diga que lo del Partido de Resina ha sido una gran corrida de toros, ¡líbreme el cielo de tal disparate! Pero sí que afirmo que han tenido otras lidias y otro tipo de toreo muy distinto del que la terna le ha ofrecido. Queda mucho margen de mejora, muchísimo, no ya para alcanzar el recuerdo de los Pablo Romero, sino simplemente para poder llegar a echar una buena corrida de toros. Así sin temor a caer en el error, podremos afirmar que no eran ni tontos, ni dóciles, ni pablorromeros. |
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