Antes que nada, me gustaría disculparme por estar unos días ausente de mi sección. Diferentes motivos personales y familiares, me lo impedían. A partir de ahora volveréis a tenerme aquí diariamente.

Los paseíllos se hacen de la misma manera, pero el comportamiento del público no

Mi compañero de localidad, un veterano aficionado a los toros, me hacia una afirmación, “como ha cambiado el público de Madrid, no la reconozco ni yo mismo”. Y en parte yo creo que lleva toda la razón, yo llevo aproximadamente diez años abonado al coso venteño, e incluso en ese corto espacio de tiempo, ha sucedido también este hecho. En definitiva, los dos coincidíamos, en que nuestra querida plaza de Madrid, está degenerando.

La afición de antaño, en primer lugar no hubiera permitido que se lidiara una corrida de toros, totalmente impresentable como la de hoy. Con toros totalmente anovillados y que se parecía a todo, menos al toro que merece Madrid. Cierto sector de la plaza, los hubiera protestado desde su salida de chiqueros, hoy en cambio apenas éramos cuatro pirados que todavía quedamos. Todavía tengo en la cabeza, el auténtico petardo que nos metió en la Feria de Otoño del año pasado, con la devolución de un montón de toros a los chiqueros, e inválidos de solemnidad.

Aparte muchos animales que salieron estuvieron totalmente nulos de fuerzas y debieron de ser devueltos a los chiqueros. Pero como ya hemos dicho anteriormente, cada vez protesta menos gente, cuando el animal pierde continuadamente las manos. Y mucha gente que lo aprecia y no está de acuerdo con mantenerlo en el ruedo, no protesta por el hecho de ser mal visto por sus compañeros de localidad. Por hechos como estos asi nos va, que apenas vemos nuestro querido tercio de varas y cuando lo mantienen en el ruedo, es imposible plantearle faena por su invalidez manifiesta.

Pero no solamente ha degenerado la plaza, desde el punto de vista de los toreros. Sino que también a la hora de conceder las orejas, el público venteño está excesivamente permisivo. Ahora se dan muchas orejas en faena, que antes prácticamente no eran casi ni de ovación. Me refiero al hecho de la oreja dada a Castella,  que realizó una buena faena, a un gran sobrero de la ganadería de El Torero, pero que lo mató de un bajonazo infame. Todo esto permitido, por un señor que se sienta en el palco, que ya no miran absolutamente nada por los intereses de los aficionados.

En definitiva, “Madrid quien te ha visto y quién te ve”, como esto siga así, no sé donde va acabar la tauromaquia en unos años.