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Del Excm. Sr. Conde de Mayalde se anunciaba la novillada para hoy. Con semejante nombre, uno se imagina que se trata de alguien que está apenas debajo del padre, el hijo o espíritu santo. O bueno, que el encierro corresponderá a tanta pomposidad. Pero de quien se trata es de Don José Finat y Escrivá de Romaní. Y tampoco hace falta sumergirse en el archivo de los tiempos de Franco y la Alemania nazi. Bastaba echar una mirada a lo que ha salido por toriles en los días precedentes: El Ventorrillo, Salvador Domecq, Juan Pedro Domecq. Vamos, que no tenía por qué ser diferente.
Masedumbre in extremis. Muy excelentísima del señor conde; eso sí.
 A esto del caballo, mejor le damos la vuelta Cómo habrá sido la cosa que, incluso tras las lisonjas con eso del fondo de nobleza, la clase, la calidad, el estar a gusto, el matador de toros y ahora comentarista de las emisiones del Plus, Javier Valverde, llegó a decir -palabras más, palabras menos-, que Posada y su gente hubiesen preferido alguna incomodidad más del primero.
De pronto como que nos empezamos a entender.
Sin embargo, luego no reditúa tanto, y se mandan al matadero los encastes con los que se estrellan los pobres novilleros. Ni pobres ni nada, para empezar. ¿Qué no es lo mismo, o peor, toparse en seco con esos animales moribundos, sin el menor ápice de fuerza y casta en pleno San Isidro, a la vista del mundo entero? Pero les basta, y bastante bien, con uno como el cuarto, que hasta se le aplaude en el arrastre. A otros, nos parece algo un poco más interesante lo del quinto y sexto. Y es que entendemos que el toro bravo es complicado por definición.
Bueno. No serán excelentísimos, ni condes, ni tendrán títulos los tres novilleros, pero han hecho un papel mucho más honorable. A Clemente habrá que rodarlo. Al joven Posada nos gustaría verlo con algo más encastadito. Y al peruano, madurar las cualidades, para ir definiendo un concepto propio.
*Foto: Muriel Feiner |
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