Segunda novillada de San Isidro, con novillos del Conde de Mayalde, sosos a rabiar, manseando sin disimulo y a nada que sacaban de genio, ya teníamos a los aspirantes a figuras perdiendo los papeles. Será que no les habrán contado que a veces salen novillos poco colaboradores, pero que no se preocupen, que al paso que vamos, todos esos astados díscolos habrán pasado a ser solo un mal sueño del pasado. Pero, ¡hombre! mientras todavía vaguen por este mundo, dediquémosles un poquito de atención, un mínimo de rigor y sentido común en la lidia, aunque solo sea para evitar disgustos en forma de revolcones. Que no puede ser que el triunfador de la temporada del escalafón inferior, Roca Rey, no sepa por dónde se anda en el ruedo y que no diferencie entre ponerse en el estribo izquierdo, que en el derecho durante el primer tercio; que Clemente sea incapaz de quitarse de encima a un novillo con el capote en las manos; o que Posada de Maravillas permita que el ruedo se convierta en la fiesta de los ratones cuando el gato se va de marcha.

Posada de Maravillas ilusionando al personal

Estos chicos van a por las orejas, es lo único que les importa y se olvidan de algo que les vendría muy bien en caso de tomar la alternativa y esas cosas y esto tan importante es algo tan sencillo, como el saber torear. Luego lo del arte, el gusto y esas cosas, ya es harina de otro costal, pero que menos que saber defenderse y poder manejarse con cierto desahogo con los toros. Y mire usted que el aficionado está que pierde el sentido por atisbar un asomo de algo que les pueda despertar la ilusión. Quizá los más veteranos todavía escuchan el apellido Posada y se ponen a rememorar como un novillero de hace años, Juanito Posada, cortó dos orejas en esta misma plaza, sin llegar a entrar a matar, pues el novillo le mandó para la enfermería antes de tiempo. Varios han sido los que han llevado ese nombre y sangre de aquel torero que encandiló a Madrid. El último, Posada de Maravillas, que a veces parece una cosa y las más, todo lo contrario. Pero ya digo, serán esas gotas de sangre de torero las que después de recibir una paliza monumental en su segundo, al coger la muleta y para iniciar el trasteo, se ha ido a los medios, ha plegado la pañosa y dando enérgicos saltos ha citado al del señor conde. El toro no hacía por él, se lo impedía el picor de las banderillas que le hacían querer arrancárselas a bocados. Pero el torero insistía, una, dos veces más y para allá que se fue el novillo. Le aguantó a que se le viniera muy cerca y en el último instante sacó la muleta desplegándola casi en el hocico, embarcando la embestida en un natural más vibrante, que artístico y dominador. Con lo bien preparada que estaba la escena y solo hizo falta que la faena siguiera su curso, para que todas las ilusiones se diluyeran por el aire. A partir de ahí, como durante toda la tarde, daba lo mismo que fuera Posada de Maravillas practicando el toreo moderno y ventajista, que Clemente poniendo posturas que se descomponían gracias a su poca solidez o que Roca Rey desplegara todo su repertorio de pirotecnia verbenera. Quedaba claro que aprenden todos los trucos para encender al respetable, pero de torear nada de nada, pases y más pases, pero toreo... Y es que si estos son el futuro, es para preocuparse.