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La primera corrida de rejones ha dejado apuntes de diversos tintes que, se pueden encabezar con el título de aquella conocida película.
Lo primero de bueno es la entrada. Un puñado de entradas son las que se han quedado en la taquilla, pero el lleno se ha dado prácticamente. En los tiempos que corren, es una alegría ver los tendidos colmados. Siempre será una buena cara que mostrar el que unos varios miles les apetece un día de toros. Y, el hecho que la mayoría de estos no sean los aficionados de siempre, es una suma para la causa.
Otro aspecto bueno que resulta de hoy, es la clara muestra del gran nivel al que ha llegado el rejoneo. Sabemos que históricamente el toreo a caballo fue perdiendo sitio. Nombres casi aislados acompañados por séquitos pequeños en números, mantuvieron el rejoneo por años; además al no tener un espacio protagónico, la estructura era mucho más pobre y por tanto, con mucha mayor dificultad para lograr lo que hoy vemos. Ese empecinamiento de aquellos cuántos nos ha dejado tener acartelados a tres caballeros y tres cuadras de un gran nivel. El profesionalismo, el soporte, el alcance, hasta la belleza y la emoción no son poquita cosa, sino todo lo contrario. El rejoneo ha llegado a nombres como los de hoy: Sergio Galán, Diego Ventura, Leonardo Hernández por los jinentes, y por los caballos: de Nazarí a Sueño, pasando por Ben-Hur, Titán, Xarope, Verdi, y Milagro -por citar solo algunos. Entre todos ellos, ¡todo un lujo!
 Mucha luz y mucha sombra sobre el mismo escenario y en las mismas escenas Con lo bueno, viene de alguna manera de la mano, lo malo. Decíamos, la plaza se ha llenado con pocos aficionados, y por ello, desearíamos que todos quienes estuvieron en Las Ventas a partir de hoy, dejaran de ser público de ocasión para convertirse en afición. Sin embargo, para ello, una tarde de rejones tendría que dejar de vivirse como una tarde de mera diversión. El triunfalismo tan grotesco no es la mejor ayuda, como lo podría ser una mayor exigencia. Con ello, ese público de hoy, comprendería que, aún tras lo visto, salir a hombros en Madrid es consecuencia de una obra de muy, muy altos vuelos.
Ensalzamos con toda admiración las cuadras. Unos caballos que son magia por sí solos. Se habla de la doma, de la técnica y de ese alto listón que han alcanzado los rejoneadores. Pero también es cierto que como en el toreo a pie, a la par de esto, se ha moldeado demasiado al toro bravo. Se ha procurado un toro que se deje más y exija menos, la nobleza edulcorada a la acometividad fiera, cuando debiera ser justo al contrario. Estos caballos extraordinarios, con esa técnica que se va superando constantemente, no tendría que hacer frente a algo más cómodo cada día.
Y ahí también lo feo; por no decir lo indigno. El aval para el despunte de las astas en las corridas de rejones se supone concedido como salvaguarda para los caballos. Sin embargo, la distancia entre despuntar y mutilar es justamente la que “lucieron” hoy los ejemplares de Carmen Lorenzo y El Capea. Volvemos así al punto. El alcance de la técnica, de la doma, así como las aptitudes desarrolladas en los caballos, se supone tendrían alcances para mayores desafíos y no mayores facilidades. O es que, este aumento en el nivel del rejoneo no lo es tanto, en realidad, las exigencias van disminuyendo. Además, con caballos o sin caballos, el mérito siempre estará en enfrentar un toro íntegro, tanto en lo físico como en su condición.
*Foto: las-ventas.com
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