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El anuncio de Pedraza de Yeltes conducía la mente y las expectativas a Francia. A lo largo del festejo, parte de esa ilusión acabó en desencanto.
Es cierto que a la corrida le faltaron finales. Que el embeleso que causaron los seis apenas asomaran por la puerta de los toriles al ruedo, se mantuviera hasta el arrastre de cada uno. Que las embestidas no terminaran desfondadas. Y, pienso especialmente, que llegaran hasta la muerte con el poder que mostraron en varas.
No fue así. Prácticamente todo el encierro acusó falta de casta, aunque también, a algunos mucho les fue menguada la fuerza vital en una ejecución desproporcionada de la suerte de varas. Y entonces, las evocaciones a Francia se hacían presentes.
 En este quinto, que era el sexto, se excedieron en la primera vara La fiesta de los toros en muchas plazas francesas es hoy un ejemplo, justamente porque parte de lo fundamental: el toro. Se respeta al toro. Se le da un sitio protagónico. De todos es sabido que se cuida el trapío como previo, y luego, se podría hasta decir que han restablecido o rescatado el tercio de varas. ¿Cómo? ¿Cómo hubiesen sido los tercios de varas de hoy en Francia?
¿Y cómo se habrían vivido las seis lidias? Porque pese a que la tarde no alcanzó el vuelo que las expectativas figuraron, no se despeñó en un ambiente laxo; al menos por la televisión, no pareció que la tarde perdiera interés. En el ruedo, todos los toreros -de oro o plata- se miraban siempre alerta, no parecía haber rato para la relajación mental. Pese a que turno a turno se iba diluyendo la esperanza, no se perdió la sensación de peligro. No creo que hoy, nadie en el tendido o en casa lo viera fácil. Lo que sí creo es que en Francia la afición habría exigido una ejecución más justa del tercio de varas. Fuera de esos reparos, también habría ponderado con silencio a lo largo de la lidia y, aplaudir con conciencia a quien lo ameritara.
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