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Mansos, mansos irremediables, mansos descastados, despistados, mansos que se van de la suerte, mansos que acaban siguiendo a duras penas los vuelos de la muleta, mansos de concurso, de colección, mansos encabritados al sentir el hierro de la puya, mansos de El Cortijillo de variados estilos en el comienzo de nuestra larga estancia en Las Ventas.
Frente a los mansos cabe la voluntad de Joselito Adame, el estilo vertical y de suaves movimientos de Pepe Moral, siempre elegante, siempre la pierna escondida o la bravura de Juan del Alamo que se fue a por su primer manso dándole distancia para dominar sus embestidas.
No consiguió dominarlas, quizá porque aunque su colocación era buena y su trazo también, el engaño acababa siempre arriba en los pases, por lo que el animal no acabó de entregarse y aquello acabó en una porfía con escaso interés.
 Felipe de Borbón, por el interés despertado, palió la mansedumbre de la tarde A esta pasarela de mansedumbre asistió el rey en una barrera de sombra en la que creo que es la primera aparición de Felipe de Borbón en una plaza de toros fuera de un acto oficial, lo que la no muy numerosa afición congregada agradeció con sus aplausos.
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