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06/05/2015
  (Ciudad de México) En Voz Alta: ¿No saldríamos todos ganando?
 
Firma: Nadlleli Bastida
 
     
 

Llegó y pasó El Día. El día que prácticamente el mundo taurino esperaba. Y con ello, de pronto uno se pregunta a quién o quiénes les hacía falta que José Tomas volviera a hacer el paseíllo en Aguascalientes. Hemos leído mucho de lo que pasó en aquél 2010, y ahora hemos también leído mucho del esperado regreso de hace unos cuantos días.  Crónicas en las que, sumadas, nos dan cuenta de diversos detalles y a la vez, de los mismos.

Sin embargo, me parece que vale la pena hablar de algo más en estos cinco años de distancia. La expectativa, por ejemplo. El del pasado sábado fue apenas el segundo paseíllo de José Tomás en México desde aquel 25 de abril de 2010.  Por aquellos años, Tomás generaba expectación; sí. Los aficionados taurinos de México querían verlo; también. Podía llenar algunas plazas. Y cualquier mortal podía conseguir una entrada para verlo.


Foto: Manolo Briones

Antes de Aguascalientes, en la memoria estaba el escándalo de Guadalajara. El impresentable encierro y el remedo de inmolación de Miguel Cubero plantado en la puerta de toriles para evitar la salida al ruedo de un toro.

No voy a ponerme aquí a machacar sobre algunos viejos asuntos. No es la idea, por lo menos en este espacio. La intención es traer a la mesa los hechos en concreto para intentar un análisis sucinto, o quizá apenas la detonación para profundizar.

A cinco años de distancia, el interés por ver a José Tomás ha crecido tanto que, mucho de lo necesario para ser posible se ha desbordado.  Decía líneas arriba que la afición mexicana, entonces, tenía interés por verle, pero primero, no se volcaba para conseguir una entrada, preparar viajes y ser así uno de los privilegiados para verlo. Es más, fuera del ambiente taurino la curiosidad era mínima. Llego 2014 y hubo que dormir en las calles para poseer –un boleto y la distinción. 2015 la historia en este sentido no fue muy distinta, pero aún cuando el aforo se triplicaba, la oportunidad para ser uno de los afortunados no creció en esa medida.  Entre los compromisos, prebendas y preeminencias de la cúpula, una de las resultantes ha sido los perturbadores precios que la reventa ha alcanzado.

Intentar mover a la reflexión al propio José Tomás parece una osadía sin medida alguna. Y también una es consciente que las ideas que nos rondan la cabeza, pasaron ya seguramente por las del torero madrileño. Su oficio es uno, el nuestro otro. Su manera de ejercerlo es el que considere mejor. El nuestro también. Por ello, no podemos dejar nuestros apuntes en nuestra voz interior, o en una charla con los amigos, sino replicarlos En Voz Alta.

Podemos estar de acuerdo o no, pero si los argumentos pierden solidez o se tambalean dadas las nuevas circunstancias, interpelamos. El aquí y el ahora nos merece traer a la palestra el viejo tema de la televisión, si bien, no por lo sobado que ha estado. Decirle que no a la televisión se debía a no estar de acuerdo con que unos se hicieran ricos a costa de otros. Repito, podíamos estar de acuerdo o no, pero hoy, ese no, hace ricos a otro puñado, al tiempo que son muchos, muchísimos los que siguen perdiendo. En otras palabras, no se hacen ricos los de la televisión, pero sí los de la reventa, que sabemos es el propio sistema. Hablar de miles de pesos, tantos que alcanzan los miles de euros, por una entrada a los toros ¿no podría es hasta inmoral? Inmoral porque es un insulto para el aficionado de a pie. ¿Quién con una familia de cuatro integrantes, cuyos padres de familia tengan empleos de profesionistas podría algún día ver a José Tomás, si no es gracias a alguna buena relación y claro, sin pagar ni un peso más del precio que se le ha otorgado a una determinada entrada? ¿Ya no hablemos de poder ir con la familia completa? Esa familia nunca podrá ver torear a José Tomás.

Salvo que, fuese por la televisión. Con ello también los niveles impúdicos de la reventa también perderían vuelo. O, esperar a que el furor algún día roce el suelo.

Pregunto ¿no ganaríamos todos?

Será quizá una pregunta que se quede para siempre en el aire. Dicen y repiten mucho que ni siquiera las personas cercanas saben lo que piensa el madrileño. Son decisiones personales y aún siendo la suya una profesión de cara al escrutinio público, es sensato respetar los límites de la privacidad. Sin esa puerta abierta, todo queda en suposiciones. De ahí también que, pese a ser hoy por hoy una figura pública muy hermética, es un personaje con una alta penetración mediática.

 
     
   
     
   
     

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