|
Y amar es encontrarse, exigirse, acompañarse, entenderse, fusionarse, esperarse, mutuamente, siempre, y sin intentar la perfección.
Estas líneas fueron -o son-, una analogía para describir de una manera particular lo que ocurrió en el 4º turno de esta tarde. Mecanizado de Victorino Martín y Antonio Ferrera, ambos con virtudes y defectos, con limitaciones y alcances, crearon aquello que surge de la comunión, como cuando se ama. Amar a un hijo, a una pareja, a una vocación, es acoger a la contraparte tal como es, y entonces, complementarse en y con el otro; de sobra se sabe que ninguno es perfecto, y que juntos tampoco lo serán.
La perfección no es el fin.
Amar, como torear, no se trata de cumplir con un objetivo. Amar, como torear, es tan complejo que cuando se ama, como cuando se torea, surge la magia.
Insisto, no es llegar a la perfección, o rellenar un listado de requisitos.
Antonio Ferrera y 'Mecanizado' en comunión Antonio Ferrera no es el torero con mayor plasticidad, ni propuesta estética, solera o gracia, incluso. Mecanizado tampoco fue un toro suavote, excesivamente noble, sino exigente, pues conjuntó el arrojo de la bravura con la sutileza. Estoy segura que Antonio y el de la A coronada se entendieron mutuamente, de manera imperfecta, por ello emocionaron. Podemos señalar este y aquel faltante en uno u otro. Pero aquello trascendió de ambos, hasta estremecer a quienes lo vivimos desde distintas perspectivas y hasta bajo diferentes condiciones.
El trasteo no ha sido el que alcance las cotas más altas de hermosura. Mecanizado, precioso de lámina, nos regaló también la belleza de ser un toro bravo.
Mecanizado fue de vuelta al ruedo. Estanquero el 5º y Paquecrear el 3º, sí, con otros matices, también nos emocionaron. Como Flechillo ayer, o Alambrisco II, antier. Sin embargo, para lograr el milagro completo, les faltó la complicidad del hombre vestido de luces.
Foto: Muriel Feiner
|
|