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Dos maneras distintas de expresar el toreo el domingo de Resurrección en Madrid. Eugenio de Mora dominó a sus toros. Enganchó a su áspero primero que no tomaba el engaño y le obligó a seguir sus vuelos de muleta. En el cuarto explicó la necesidad del dominio dejando llegar mucho al toro en su primera serie de naturales para hacerle girar alrededor de su pierna izquierda, con mucha exposición y belleza. Brillaron también las dos últimas series de derechazos ligados y los ayudados por bajo de remate de faena, así como las estocadas.
Eugenio de Mora al natural Dominar al toro tiene el sentido de crear belleza con su dominio. No es un mero alarde de técnica, es la justificación de la tauromaquia. Un torero de formas poco refinadas como Eugenio de Mora, alcanza la belleza no por la composición de su figura, lo que sería pura marchosería o pinturería, sino por la expresión de su dominio. Cuando se deja llegar al toro con exposición y riesgo y se le hace girar alrededor de la pierna del torero, la belleza surge inexorablemente.
Víctor Barrio muy quieto en un quite Víctor Barrio se expresa mediante su quietud y prestancia. Deja llegar al toro para vaciarle a su alrededor, sin perder la verticalidad. El dominio no es lo evidente, si lo es la quietud.
Necesita Barrio más experiencia, para convertir su verticalidad en naturalidad y su aguante en dominio, pero mientras pule sus formas, deja retazos de buen toreo.
Todo esto en una tarde que para acabar con los flojos toros de Martín Lorca y familia, nobles, bien armados, de bellas y variadas capas, y desigual presentación, valieron seis estocadas, un pinchazo y dos descabellos, que hicieron una buena corrida para disfrute de aficionados.
Fotos: Muriel Feiner
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